ENSAYO

El cerebro según Eagleman

El reconocido neurocientífico publica en Anagrama ‘Una red viva’

David Eagleman. | MARK CLARK / ANAGRAMA

David Eagleman. | MARK CLARK / ANAGRAMA / Antonio González Carrillo

Antonio González Carrillo

Antonio González Carrillo

De todos los objetos que nuestra especie ha descubierto en el planeta, ninguna rivaliza con la complejidad de nuestro cerebro, que está formado por 86 mil millones de células llamadas neuronas. Que a su vez están interconectadas formando redes complejas que son como una selva. El cerebro no viene al mundo como una página en blanco, sino que ya llega equipado con expectativas, su evolución y su funcionamiento siguen siendo un misterio. Primero los genes construyen el cerebro, por lo que están implicados en su plasticidad, y después es el entorno educativo cultural quien hace su labor. Es la experiencia la que modifica el cerebro.

El binomio cerebro/mente (conciencia) es uno de los misterios centrales de la ciencia (aún no resuelto). La mente reside en la corteza cerebral, que a su vez está dividida en áreas, toda ella está hecha de unos módulos básicos llamadas «columnas corticales» que se repiten a lo largo de toda su superficie. El cerebro es la misma cosa en todas partes. David Eagleman es un prestigioso neurocientífico nacido en Nuevo México, profesor en la Universidad de Stanford en California, que aborda de manera clara el complejo «mapa cerebral» e investiga la increíble plasticidad de nuestro cerebro. Anagrama acaba de publicar su obra más ambiciosa ‘Una red viva’ (2024), donde expone que nuestro cerebro es capaz de aprender cualquier cosa y explica de manera profunda lo cambiante que puede llegar a ser para adaptarse al aprendizaje primero y a la experiencia a continuación.

Algunos de los principios que Eagleman afirma es que el cerebro aprovecha cualquier información que le llega, que aprende a controlar cualquier información que le llega, que la plasticidad surge de una lucha por la supervivencia de las partes del sistema, que distribuye sus recursos basándose en la relevancia, que acaba adaptándose a su ‘input’, que algunas partes del mismo son más flexibles que otras, según su ‘input’. En definitiva, el cerebro construye un modelo interno del mundo, y se ajusta cada vez que las predicciones son incorrectas.

«El cerebro no viene al mundo como una página en blanco, sino que ya llega equipado con expectativas, su evolución y su funcionamiento...»

A través de una serie de ejemplos: la historia de un niño con medio cerebro, Matthew, que con tres años se desplomó sin motivo aparente. En el hospital, un neurólogo le conectó un gorro de electrodos en la cabeza para medir su actividad cerebral, creyendo que era una actividad epiléptica. Le recetaron medicamentos pero continuaron las recaídas. En un segundo diagnóstico descubrieron que padecía la encefalitis de Rasmussen que afecta sólo a la mitad del cerebro. Había que extirpar esa mitad (hemisferectomia). ¿Se podía vivir con la mitad vacía del cráneo? Al principio no podía ni hablar ni caminar, pero con terapia física y logopedia diaria consiguió reaprender el lenguaje. Nadie sospecharía que le falta la mitad del cerebro sin decirlo. El resto del cerebro ha asumido las funciones que le faltan, se reconfigura para adaptarse a la nueva situación.

Otro ejemplo, los ciegos reciclan su córtex visual para ampliar su finura en el análisis del mundo sonoro y táctil, por lo tanto su cerebro se adecúa a esa limitación y potencia en consecuencia otros sentidos. O el de las personas con una prótesis a cuya presencia se acomoda el cerebro. Y casos históricos como el del «miembro fantasma» del almirante de la armada británica Lord Horacio Nelson. En una batalla en Canarias contra los españoles, una bala de cañón enemigo le hizo perder el brazo derecho. Ante el riesgo de gangrena, el cirujano se lo amputó por encima del codo. Nelson aprendió a comer, a lavarse y a disparar. Meses después empezó a sentir extrañas sensaciones como si el brazo aún estuviera presente, una sensación de miembro ‘fantasma’ que daba lugar a un sentimiento consciente.

En conclusión, su cerebro se estaba remapeando. Se han dado más casos entre los amputados de la Guerra de Secesión norteamericana, que seguían teniendo sensaciones de sus miembros amputados. Lo que tienen en común el almirante y los veteranos de guerra son que cuando los ‘inputs’ cesan de repente, las áreas corticales sensoriales no quedan en barbecho, sino que son invadidas por sus vecinas. Este pensador brillante explica mediante experimentos y ejemplos los últimos progresos en la investigación de la ciencia del cerebro, adentrándose en los sorprendentes progresos que se avecinan en el futuro en las conexiones entre cerebro y robótica. Hace un recorrido extraordinario de la historia interna de nuestro cerebro en cambio permanente. Donde nos muestra esas «áreas especializadas» que existen, como demuestran las lesiones cerebrales localizadas que afectan al habla, la audición, la vista, el tacto o la percepción del cuerpo. Esas áreas que procesan los sonidos o las visuales que reciben la información lumínica, que conforman lo que denomina Eagleman como «las vidas secretas del cerebro».

Como decía Ramón y Cajal, «todo ser humano, si se lo propone, puede ser del escultor de su propio cerebro».

‘Una red viva’.

Autor: David Eagleman.

Editorial: Anagrama. Barcelona, 2024.

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