BIOGRAFÍA

Memoria y liberación

María Asunción Mateo publica ‘Mi vida con Alberti’ en Berenice

Memoria y liberación

Memoria y liberación / CÓRDOBA

En mi historia personal hubo dos momentos de encuentro con Alberti. El primero fue en las elecciones de 1982, cuando en una abarrotada plaza Bib-Rambla de Granada participaba en un mitin con Carrillo y recitó su famosa «Balada del que nunca fue a Granada»: «Qué lejos por mares, campos y montañas!/ Ya otros soles miran mi cabeza cana. Nunca fui a Granada». Fue un primer momento vespertino mientras desde el aire los aviones de UCD tiraban octavillas. El otro momento fue en un centro educativo de Badalona allá por el año 1984, cuando me acerqué a darle mi primer libro de poesía, ‘Veinte poemas andaluces’, publicado tres años antes ante el asombro de encontrarse a un andaluz que le ofrecía poesía por aquellos lares. Alberti fue en nuestra juventud siempre uno de los grandes, el que más y, seguramente, mejor experimentó con la palabra y cuya obra está ya en la historia de la humanidad, a pesar de no tener la atención de los poetas tardofranquistas, conquistados por Luis Cernuda.

María Asunción Mateo, la viuda de Alberti, ha escrito unas memorias que califico de liberación personal. Si en un momento determinado de su vida Carmen Balcells le aconsejó «Di que tú no escribes libros de viudas», pasados los años de la muerte de Alberti el 28 de octubre de 1999, ha creído llegado el momento de entrar en una aventura a un tiempo hermosa y dolorosa. A veces a modo de confidencia, Mateo va en siete capítulos y trescientas cuarenta y siete páginas entrando su aventura personal con Alberti desde el momento crepuscular que lo conoció en el homenaje a Antonio Machado en Baeza el 10 de abril de 1983. Refiere que fue de un modo casual este comienzo cuando el 2 de junio de 2021, al organizar libros de su biblioteca, «una pesada carpeta aprisionada entre otras... cayó sobre mi cabeza». Recuerdos que se amontonaban y prejuicios de antaño se disiparon en ese momento y decidió abrirla y «enfrentarme a su contenido» donde había cartas, fotografías, dibujos...

A partir de este momento nos vamos adentrando en un libro conmovedor, emotivo, pasional... donde va afluyendo la conquista de un pasado que no se resiste a desaparecer o morir en el anonimato con todo tipo de secuelas, algunas de enorme dolor y trascendencia para su vida. Este encuentro con Alberti fue un sueño ( «Apareciste en mi vida y yo en la tuya en el momento oportuno»). Muestra la impaciencia de Alberti en conseguir su aceptación, la clandestinidad (como otrora A. Machado con Pilar de Valderrrama) en su historia de amor en el apartamento de la calle Princesa 3 y la coquetería del poeta para conseguir su amor. Desde entonces se convierte en Altair, ese tú poético que tanto celebraría en los siguientes años. Poco a poco y dulcemente Mateo desarrolla estos años iniciales y estos encuentros furtivos hasta que entran en juego Pepín Bello, Jacobo Muchnick, Dámaso Alonso, el afecto hacia María Teresa León, la viuda de Alberti, el accidente de tráfico del 18 de julio, su visita al Gregorio Marañón..., pero también los desencuentros familiares cuando se enteraron de que se habían casado. A partir de este momento «fue solo un preámbulo ya del aquelarre continuado que me han brindado desde entonces» (p. 83) y la campaña de difamación, y en el capítulo «Las ciegas constelaciones» desenmascara a esos causantes no solo familiares sino los llamados por ella viudos destronados (entre otros, Benjamín Prado, Luis García Montero, Mendicutti...): «Veintidós años después siguen manifestando su incurable resentimiento y odio hacia mí en diferentes actos públicos (...) mientras me acusaban de haber robado y esquilmado el patrimonio donado al ayuntamiento de El Puerto de Santa María» (pp. 89-90), y todo ello con la connivencia, según la autora, del diario ‘El País’. Pero no todo son acusaciones o defensas personales, aunque desde los medios de comunicación se haya exaltado solo este hecho. El libro es rico en acontecimientos y sucesos que no deben hacer perder al lector que se trata de las memorias de una viuda en torno a los últimos dieciséis años de la vida del genial escritor. Pues también es fundamental la relación con Dámaso Alonso y la constante exaltación de la figura de Alberti como ser humano y como poeta. El viaje a Cuba ocupa otro espacio significativo, la relación con Santonja, Félix Grande y Paca Aguire, Marcos Ana, Benedetti, Saramago, el viaje a Chile... Y siempre con la idea de que todo lo desagradable que viniera del exterior no le salpicara a Alberti: «Rafael, en privado, era un tanto reservado, con ribetes de timidez, poco hablador si no tenía confianza» (p. 246). Una imagen tierna, hermosa, pero al mismo tiempo dura en esta rememoración de los viudos como persona que ha sufrido sus invectivas a lo largo de los años. Para en los últimos capítulos centrarse en los elogios de Rosa Chacel y los últimos días antes de su muerte: «A Rafael nunca lo sentí inquieto ni desasosegado. Sin embargo, ya casi llegando al final, en más de una ocasión lo escuché llamar a su madre entre sueños» (p. 312). Para de nuevo mostrar sus quejas ante este entorno que tanto quería aislarla, pero «yo tampoco olvido. Ni perdono. Aunque tantas veces me haya negado a citarlos para no ensuciar el idioma». Si bien, finalmente nos quede esa visión de mujer afortunada con el poeta: «No hay dolor más atroz que ser feliz». Con el que se resume perfectamente una época.

‘Mi vida con Alberti’.

Autora: María Asunción Mateo.

Editorial: Berenice. Córdoba, 2023.

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