Latidos

Día del amor fraterno

Antonio Gil

Antonio Gil

HOY comienza el triduo sacro, con el Jueves Santo, Día del amor fraterno. La Semana Santa nos adentra en el drama de la pasión y muerte de Jesús, convirtiendo en «Cenáculos vivientes» nuestros templos, con la misa de hoy denominada «En la Cena del Señor»; el lavatorio de los pies en catedrales y parroquias; la institución del sacerdocio y la Eucaristía; y el mandamiento nuevo. La inclemencia del tiempo sigue desluciendo la salida de las imágenes para realizar su estación de penitencia, quedándonos tan sólo el poder visitarlas y aspirar el aroma de sus advocaciones que, en la noche del Miércoles Santo, traspasan conciencias y corazones: Nuestro Padre Jesús del Perdón ante Anás, Nuestro Padre Jesús del Calvario, el Santísimo Cristo de la Misericordia, Nuestro Padre Jesús de la Pasión, el Cristo de la Piedad y las imágenes de la Virgen, acompañando a su Hijo en el Mayor Dolor, en sus Lágrimas y Desamparo, en su dulzura maternal, irradiando en el fulgor de la paz, el más hermoso fruto del sentido fraternal de la historia.

Hoy, Jueves Santo, visitaremos los monumentos donde Cristo nos espera y donde podemos descubrir el verdadero sentido de un mundo que continúa en la lucha fratricida sin abrirse al Dios de la cruz y de la salvación. Kierkegaard formuló en una breve plegaria cuál es la clave: «Señor Jesús, tú no viniste al mundo para ser servido, ni tampoco para ser admirado o simplemente adorado. Tú mismo eres el camino y la vida. Tú has deseado solamente imitadores. Por eso, despiértanos del empeño de querer admirarte o adorarte, en vez de imitarte y parecernos a ti». El obispo de nuestra diócesis, Demetrio Fernández González, se ha preguntado «hasta dónde va a llegar la descristianización». «No lo sé», decía. «Pero hoy por hoy, la piedad popular es un freno potente por encima de todas las dificultades».

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