Obras en marcha

Camino a la normalidad: así viven los vecinos afectados por la explosión de gas de Figueroa

Ladrillo a ladrillo, los vecinos del piso donde se produjo el suceso van recuperando la calma | En el barrio intentan olvidar la trágica noche vivida

Manuel Á. Larrea

Manuel Á. Larrea

Para ver el interior del piso de Paulina no hace falta abrir la puerta. Desde la escalera que llega al rellano puede apreciarse el color de los azulejos de su cocina. Aunque, en su mayoría, es una ruina. Si se alza un poco más la vista y se gira a un lado, puede observarse el interior del piso donde una explosión de gas, el 16 de febrero, dejó a una herida de gravedad en la Unidad de Quemados de Sevilla, un domicilio devastado y varios inmuebles deteriorados.

En el caso de la vivienda de Paulina, la onda expansiva de la deflagración hundió la pared entre pisos y acabó con su cocina. Dos semanas después, se apaña con unos improvisados fogones para comer. Con un pequeño calefactor y sus genes zamoranos, ha hecho frente al frío de los últimos días de febrero y los primeros de marzo.

Obras en marcha

Las obras están en marcha en las viviendas de la calle Marino Jerónimo Cabrera, en Figueroa, afectadas por la explosión, excepto en el de origen. En el piso de Paulina, un albañil levanta un tabique para devolver la separación entre inmuebles mientras ella cocina unas alubias en el salón.

Sobre un hornillo eléctrico calienta varios cazos y ollas pequeñas. En una mini nevera prestada almacena la comida que compra al día y en un mueble, junto a adornos, deja las conservas y algunas frutas. El incidente la obligó a acumular algunos trastes y electrodomésticos -que no sabe si funcionan- en uno de los dormitorios.

Y, a pesar de las circunstancias, la zamorana, de 80 años, no ha querido dejar en ningún momento su hogar. Pasó los primeros días en casa de familiares y volvió para recuperar su vida, La normalidad, sin embargo, tardará al menos unas semanas más en volver, pues su domicilio es el segundo más afectado.

Desde la asociación de vecinos del Parque Figueroa aseguran que tanto en el bloque 10 -epicentro- como en el número 8, los arreglos y reparaciones siguen su curso normal. Mientras Paulina cocina, José, vecino de al lado, llega para acordar el color de las nuevas puertas.

Un complicado olvido

Al aproximarse, por las escaleras, a la segunda planta del número 10 de Marino Jerónimo Cabrera, resulta difícil no sumirse en la atmósfera catastrófica que gobierna el rellano. La imagen del piso, abierto y entre puntales por no tener paredes, donde se produjo la explosión, en el mismo estado en el que quedó, muestra los estragos de un siniestro que será difícil de olvidar para los vecinos.

Paulina recrea con las manos el momento en el que se produjo el reventón. Ella, en el sofá, veía la televisión ya en pijama, cuando sonó el estallido. Instante que no recuerda con miedo. La incertidumbre dominaba sus sentidos. Fueron los instantes posteriores, cuando empezaron a derrumbarse los muros, cuando asimiló parte de la información. «Una cosa terrible. Yo dije: Esto me hunde la casa», cuenta.

En esos momentos, «estaba con una niebla en los ojos que no veía», contiúa. Entonces, recuerda que los sanitarios llegaron con la mujer herida, le pidieron una sábana y, más tarde, la desalojaron. En la calle, rodeada de policías, seguía sin entender, por el shock, por qué tenía que irse de su casa. Con la parte de tranquilidad que estas dos semanas le han devuelto, dice, tras hacer memoria: «No se lo deseo a nadie».

Ladrillo a ladrillo, los vecinos van intentando recuperar la normalidad. Por su parte, la asociación de vecinos del Parque Figueroa ha reclamado ya el arreglo de la vivienda siniestrada, que según asegura, pertenece a una entidad bancaria.

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