Opinión | El alegato
El legado del 8M
Fue un 8 de marzo de 1857 cuando las mujeres que trabajaban en una fábrica textil en Nueva York organizaron una huelga reclamando salarios más justos y condiciones laborales más humanas.
También fue un 8 de marzo de 1908 cuando más de 15.000 mujeres volvieron a las calles neoyorquinas bajo el lema «Pan y Rosas» para exigir subidas salariales, inferiores jornadas de trabajo, derecho a votar y prohibición del trabajo infantil.
Desde entonces, y más concretamente desde que en 1975 se le diese carácter oficial por Naciones Unidas, cada 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer, manifestándose personas de todo el mundo para conmemorar la lucha de las mujeres por la igualdad de derechos.
En este 2024, la Unesco ha unido su voz a la ONU, celebrando este Día Internacional de la Mujer bajo la consigna «invertir en mujeres: acelerar el proceso».
Desde estas líneas quiero desplegar mi pancarta en defensa de esos derechos de las mujeres del mundo; unirme a sus reivindicaciones y, a mi manera -quizás no muy ortodoxa-, reprender a esas féminas que abanderan causas tan justas y necesarias como la que nos ocupa pero olvidan a sus madres y abuelas e incluso se permiten afearles haber permitido y soportado situaciones laborales, familiares y sociales que ahora ellas vienen a corregir.
Queridas mujeres entre las que tengo el honor de encontrarme, os hablo de las mujeres que no tenían techos de cristal que romper porque su trabajo era, como rezaba en su DNI, «sus labores»; esas que nunca reclamaron jornadas laborales que les permitiesen conciliar porque para ellas la conciliación no era otra cosa que mediar en las peleas de su casa; esas mujeres que eran «señoras de» en el mismo instante que se casaban; que no podían comprar sin el consentimiento y firma de su marido y que nunca terminaban de asumir responsabilidades en el hogar porque finalizada la crianza de los hijos comenzaba el cuidado de los mayores.
Esas mujeres de no hace más de medio siglo permitieron con sus renuncias personales que las que hoy sujetáis las pancartas del 8M tengáis carreras y masters, podáis competir con los hombres en responsabilidad y salarios y gocéis de libertad plena de mandar a hacer gárgaras a la pareja que quiera someteros.
No permitáis que ese esfuerzo de las que os precedieron caiga en saco roto.
¡Sin ellas no seríais!
* Abogada especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social
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