El Córdoba de Oltra es un equipo ecológico, un conjunto al que le ha aplicado a rajatabla las tres erres. No le quedaba otra el entrenador valenciano. Y, por ahora, el producto resultante no sólo funciona numéricamente, sino que transmite a la grada esas sensaciones que tanto gustan en El Arcángel: entrega, pundonor, esfuerzo... Él pone, además, su granito de arena, que no es pequeño, sabedor de que con lo que dispone desde el pasado 1 de septiembre la exigencia para él será (es) máxima. Aceptó el reto y, además, lo revistió de buen rollo: ambiente agradable en la caseta y mejor cara hacia fuera. Y un detalle (o no tanto): todos los finales de las sesiones de entrenamiento están protagonizados por acciones de saque de esquina o falta lateral. Incluso en Campoamor.

El valenciano, ya desde entonces, aplicó las primeras de las erres, 'reducir' la cantidad y peligrosidad de los resíduos generados. Así, se quedó con un puñado de soldados de plástico (menos, probablemente de lo que él hubiera deseado) que debía fundir y 'reciclar' hasta convertirlos en un coche de firma italiana. Bello por fuera y por dentro y veloz como una exhalación. Atractivo no sólo en su estética, también en sus prestaciones. Después de las primeras cuatro jornadas, Oltra fue el primero que se dio cuenta de que, en vez de un bólido, el producto saliente fue un tanque: movilidad reducida, velocidad justa, pero que si te mete un cañonazo... Y en esas anda ahora, en la última erre: 'reutilizar'.

Obviamente, es consciente el valenciano de todo y, lo que mejor habla de él y de los 21 que le siguen (incluyendo a Caballero), es la honestidad. El Córdoba continúa lanzando domingo tras domingo --ayer una vez más-- un grito claro: esto somos y así hasta donde nos lleve la competición. Y por ahora, cuando aún queda el 80% de esa competición por disputarse, Oltra y los suyos han llevado al Córdoba a compartir el liderato.

Esa es la realidad del Córdoba, la que pudo verse ayer sobre el césped de un estadio El Arcángel entregado a esa sinceridad con limitaciones futbolísticas, aunque con derroche de intensidad y pelea. Y el mejor ejemplo fue cómo empezó el duelo. No habían hecho aún prácticamente nada ninguno de los dos contendientes, pero Héctor Rodas provocó la cuarta falta en menos de siete minutos. Las tres anteriores sólo tenían el peligro de una amarilla (sobre todo la segunda), pero esa última fue dentro del área, clara, sobre Óscar Díaz. A los ocho minutos el conjunto blanquiverde iba por debajo en el marcador ante un equipo, el Numancia, que llegaba invicto y con el aura de explotar la estrategia.

Sin ser un partido de pierna dura, el choque se transformó en una batalla en cada metro cuadrado del verde. Ahí sobresalió Luso Delgado, que iba y venía para recuperar balones ante la caraja zapateril de Sasa Markovic de la que el serbio no se recuperaría en todo el encuentro. La otra pelea, épica, estaba arriba. Florin Andone es vital para este tanque sin velocidad pero que apenas necesita tres pruebas para dar en el blanco con dos cañonazos. Y para que el carro de combate no baje al menos de esos 40 kilómetros, un nombre fundamental: Pedro Ríos.

El jerezano se echó al equipo a las espaldas una vez más y anuló, él solito, a los dos hermanos Valcarce, a los que saca 12 tacos, durante prácticamente todo el encuentro. Anotó el primero, dio el pase para el segundo y puso el balón en la cabeza de Florin para el gol de la victoria. Y aún tuvo resuello para convertirse, por momentos y una vez más, en el segundo lateral derecho del equipo.

En esa guerra plena de emoción, sin control claro por parte de ninguno de los dos adversarios, el Numancia insistía con la defensa adelantadísima, a pesar de que el Córdoba le filtró durante el primer tiempo media docena de balones con diferentes suertes. El mejor, el sexto, a cargo de Fidel y con destino a Xisco. El balear disparó con dificultad y se topó con el poste izquierdo de Munir. Pero ahí estaba Pedro Ríos para igualar el electrónico.

En ese ritmo frenético por tener la pelota, uno para tocarla y esconderla, el otro para lanzarla rápidamente a las espaldas de los rivales, ganó el equipo de Oltra, ya que al filo del descanso Ríos dejaba un balón para que Florin, a su estilo, lo peleara con Orfila. Al central rojillo se le aflojaron las rodillas y no resolvió en despejar ante el acogotamiento al que le sometió el rumano, que le ganó la partida para superar después a Munir.

El Córdoba hizo lo más difícil. Darle la vuelta al marcador en un partido, hasta ese momento, sin mucho fútbol ni tampoco excesivas ocasiones, aunque sí con mucha pelea, emoción y garra.

Pero la segunda parte volvió a ser la de siempre: bajón físico, repliegue intensivo de líneas, ausencia de salida de balón (ni tan siquiera por banda) y problemas defensivos, sobre todo por la derecha. Al poco de salir de vestuarios, David Concha igualó de nuevo la contienda tras un error de Razak y el Numancia, simplemente, se hizo con el control del encuentro.

Lo intentó con la pizarra (la única forma que podía hacerlo el conjunto blanquiverde) Markovic, pero no hubo suerte, mientras que la banda izquierda del ataque rojillo generaba más y más problemas, exponencialmente. Pablo Valcarce a punto estuvo de hacer el tercero visitante tras un comprometidísimo balón cedido a Razak. Óscar Díaz remataba alto, completamente solo, tras un gran servicio de Luis Valcarce. Oltra vio la realidad de lo que ocurría sobre el césped y metió a Gálvez por Markovic para ganar en consistencia defensiva. Y cuando todos esperaban un último cuarto de hora de sufrimiento por salvar ese punto, el balón parado volvió a ser el protagonista, y cómo no, con Ríos y Florin como héroes.

Arrasate intentó meter más munición en los últimos 10 minutos, pero apareció el oficio, la veteranía de los cordobesistas. Apenas se jugaron esos minutos por las contínuas interrupciones y El Arcángel estalló con el pitido final de un cuanto menos errático Arcediano. La realidad de este Córdoba se vio en toda su extensión, tanto en la primera como en la segunda parte. La ilusión, colíder en la jornada nueve, no hay quien se la quite.