Han tenido que pasar 77 años para que uno de los políticos contemporáneos más importantes de nuestro país regrese al Congreso de los Diputados con los honores que se merece. Ignorado por unos, atacado por otros hasta extremos insospechados, Alcalá-Zamora intentó aplicar su manera de entender la política desde una perspectiva moderada, conciliadora y dialogante, en una etapa de nuestra historia en la que el clima social era más propenso a la agitación y al radicalismo que a ese acercamiento de posturas que siempre defendió "don Niceto". Su dramática salida de nuestro país, el robo de sus propiedades en su localidad natal, o la privación de la nacionalidad española por el bando vencedor en la fratricida contienda en la que desembocó la Segunda República son episodios de sobra conocidos, pero que ponen de relieve hasta qué extremo se mancilló la honorabilidad de este político cuyo nombre, todo hay que decirlo, aún sigue levantando cierto recelo entre los vecinos de mayor edad de Priego.

De ahí que el acto celebrado ayer en Madrid, sin olvidar el denostado trabajo que desde su fundación ha venido realizado el patronato Niceto Alcalá-Zamora, ha de ser considerado como el punto culminante para restituirle esa honorabilidad arrebatada y situar al político prieguense en el lugar que le corresponde, que no es otro que entre los grandes personajes de la escena política nacional en un edificio en el que dio sobradas muestras de su defensa por la democracia, la tolerancia y el diálogo.

Han tenido que pasar la friolera de 77 años para este regreso de don Niceto al Congreso, una larga espera que, como ayer muchos de los asistentes al acto en Madrid coincidían en señalar, ha merecido la pena.