Novela

Carlota Fainberg

Antonio Muñoz Molina. | JUAN MARTÍN MISIS / EFE

Antonio Muñoz Molina. | JUAN MARTÍN MISIS / EFE / JUAN MARTÍN MISIS / EFE

He tenido ocasión de rescatar una entrevista radiofónica de Antonio Muñoz Molina a raíz de la publicación de su vieja novela ‘Carlota Fainberg’. Decía entonces, siempre tan discreto, siempre tan huidizo, siempre tan poco locuaz, que «toda historia no es sino una suma de otras muchas historias, de las que no se sabe ni donde acaban ni donde comienzan». Y de esa forma tan sutil, tan enigmática y agradecida, se dedicaba a desentrañarnos las peculiaridades de la génesis de una novela corta, cuyo embrión básicamente tenía su comienzo cuando siendo joven, recibe el encargo de escribir una narración relacionada con ‘La isla del tesoro’.

Descubre entonces con asombro un tesoro con las anotaciones escritas varios años atrás, sobre una amiga llamada Mónica Fainberg, por entonces jefa de prensa de Planeta y Seix Barral, quien se había empeñado en hacer suya la causa de sacar adelante la que con el tiempo sería su primer éxito de ventas y público: ‘El invierno en Lisboa’. Y decide que había llegado el momento de dar cuerpo a una historia que le rondaba la cabeza hacía tanto tiempo que hasta es posible que olvidara que incluso se afeitaba cada dos días.

Así nació ‘Carlota Fainberg’, como sincero homenaje a Mónica Fainberg. Y es que ¡cuántos quisiéramos tener una Fainberg en nuestras vidas! Después de haber leído con esmero y hasta con pasión adolescente la novela de Muñoz Molina, un autor recurrente al que se espera con impaciencia, deduzco el porqué contaba en la radio lo fácil que era «volver a encontrarse con sus temores mancebos, con sus historias misteriosas a medio camino entre el sueño y el juego» y, cómo no, con las que sin duda deben de ser sus lecturas más queridas. Aquellas que nacen de la devoción de amar y sentir la literatura como pocos saben hacerlo. Porque el respeto a la letra escrita pasa inevitablemente por asumir como propias las creaciones de todos aquellos que nos han precedido.

Dice Muñoz Molina, que «Borges ha tenido una influencia decisiva, formativa»... y «que con él la escritura dejó de ser inocente, natural, porque había que atacar a la Dictadura», es decir, con él, la escritura comenzó a tener una nueva dimensión, y a vagar eternamente hasta hoy en día, por los vericuetos caminos del compromiso social y político. La génesis de una obra, nunca debemos de buscarla más allá de nuestra presencia más querida. (Un poema está impreso en la sonrisa de unos labios, en la dramática fotografía de un niño africano atacado por la hambruna más capitalista de cuantas hayamos podido captar, o en el desasosiego que produce el levantarse por la mañana y contemplar amargamente que el mundo no ha dejado de girar). Y una vez más, Antonio Muñoz Molina haciendo bueno aquel aristotélico principio que estudiáramos en la universidad, nos demuestra como si de un axioma se tratara, que también él la encontró esperándole pacientemente a la vuelta de la esquina en una vieja libreta de anillas en donde la llevaba esbozando casi diez años.

‘Carlota Fainberg’.

Autor: Antonio Muñoz Molina .

Editorial: Seix Barral . Barcelona, 2024.

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