Plaza:Los Califas (Córdoba). Menos de un cuarto de entrada en tarde de bochorno.

Ganado: Novillos de José Cruz, bien presentados y de buen juego. Excepto el quinto, más protestón, encierro de dulce, noble y dejándose hacer. Tercero, cuarto y sexto tuvieron mucha calidad en las embestidas. El segundo fue más soso y el que cerró plaza, pronto y con mucha fijeza, no se cansó de acudir a los engaños.

Ángel Jiménez: Seis pinchazos y siete descabellos (silencio tras aviso); y pinchazo y estocada trasera (una oreja).

Juan Ortega: Estocada tendida y desprendida (vuelta al ruedo tras petición); y pinchazo, media contraria y tres descabellos (ovación).

Juan Romero 'El Zorro': Estocada (una oreja); y estocada desprendida y cinco descabellos (silencio tras aviso).

Cuadrillas: Parearon bien en el quinto Rafael Figuerola (foto) y Francisco Gómez.

Buena novillada de José Cruz ayer en Los Califas. Incluso muy buena en el caso de algunos de sus ejemplares. Encierro de dulce, que se dice en el toro. O lo que es lo mismo, propicio para el lucimiento. Un dechado de nobleza, dejándose hacer en todo momento. También con mucha calidad en el caso de tercero, cuarto y sexto, metiendo la cara abajo y dispuestos a repetir. El que cerraba plaza, el mejor, además con mucha fijeza y pronto a los cites, incansable en sus embestidas. Y sin embargo, tarde muy pobre de parte de la terna, a pesar de las dos orejas que hubo, una y una para Angel Jiménez y El Zorro. Ninguno de los dos estuvo a la altura y Juan Ortega, con el lote con más pegas --ninguna insalvable--, también frío.

El ecijano Angel Jiménez, que hace dos años, aún sin caballos, dejó regusto en Córdoba por un toreo de pellizco, no mostró igual cara ayer. En su primero, al que lanceó templado pero sin ajuste, se dejó tropezar en exceso la muleta con la diestra y ahogó al animal, un buen novillo al que, después de dos volantines, le faltó algo más de fuerza. Espeso el torero igualmente por la izquierda, el ejemplar fue a menos y el novillero, también muy mal con los aceros, no resolvió a favor.

Más centrado en el cuarto, tampoco terminó de cuajar a este en una faena con altibajos. Acertó en el primer tramo a dejarle la muleta puesta en la media distancia para que repitiera y las series tuvieran continuidad. Así, templado el hombre y clase del novillo al meter la cara. Pero a mitad de faena Jiménez optó por el camino de la afectación, por la simulación de un toreo desmayado que supo más a escenificación que a embriaguez de toreo. Sin embargo, esto y el pitonazo que sufrió al segundo viaje con la espada fueron suficiente para poner en sus manos una orejita.

Otra del mismo valor se llevó El Zorro, toda la tarde, la de su presentación con caballos en Los Califas, por debajo del mejor lote. Su primero tuvo temple, fue pronto y humilló, con mucha calidad en las embestidas, aunque le faltara más motor. El torero cordobés, sin embargo, siempre mal colocado, sin cruzarse, sin ajustarse al animal. Movido también de planta, más dispuesto a irse que a quedarse. Faena efectista y de mucha cantidad, pero igualmente mentirosa, siempre muy despegado el hombre y toreando a distancia. Y más grave lo del sexto. De parte del torero, la misma fórmula, pero otra vez en suerte --o en desgracia-- un magnífico novillo: pronto, templado, fijo, noble, incansable en las embestidas... Y el torero siempre por fuera, despegado hasta decir basta, vulgar, entre trapazos por la derecha y con la planta marcándole la salida cuando manejaba la zurda. Sin argumentos.

A Juan Ortega, por último, le pesó mucho la frialdad. Tuvo el lote menos destacado, cierto, pero ningún problema insalvable para el sevillano formado en la Escuela del Círculo Taurino. Su primero, paradito ya en banderillas, se movió con poca alegría en la muleta, pero dejando estar. El torero, sin embargo, se dejó tropezar mucho y no supo poner la sal que le faltaba al animal. No hubo nada, pero se le pidió la oreja y el hombre se marcó una vuelta al ruedo. Y en el quinto, templadito con el capote y pinturero en un quite. Hasta ahí. Fue este el novillo más deslucido. Le costaba arrancarse y cuando entraba lo hacía protestando. Pero tampoco Ortega resolvió, siempre muy frío. Acabó el animal en tablas y el torero con un arrimoncito, pero ni así calentó en una tarde en la que los de José Cruz saltaron al ruedo con un cartel de novillos buscan novilleros. Se fueron, qué pena, sin respuesta.