Opinión | Cielo abierto

El insulto con reciprocidad

Milei sabrá dónde coloca su credibilidad, pero Begoña Gómez no es España

Muy mal están las cosas cuando la oposición a Pedro Sánchez ha caído en manos de Javier Milei. No hay crisis de gobiernos, ni tampoco de Estados, sino de populismos, porque es un histrionismo contra otro. El de Milei se basa en la representación, en esa ostentación del esperpento convertido en una imagen propia: no hay radicalización de la realidad, sino que su realidad es esa. El de Sánchez, por otra parte, también es histrionismo, pero inverso: se basa en la interpretación compungida y dramática de ese llanto que busca la salvación ajena, mientras sigue desmantelando la convivencia como le viene en gana. Es decir: Javier Milei no sólo no oculta una actitud chulesca y descarada, sino que la potencia; Pedro Sánchez, en cambio, se comporta exactamente de la misma forma, pero poniendo siempre cara de perrillo oportunamente apaleado, para que nos den ganas de adoptarlo. Y claro, cada vez hay más gente dispuesta a recoger a esa criatura, porque nos gustan mucho los animalitos, mientras el presidente, que es más bien felino entre la niebla que un buen animal de compañía, nos confirma que el hombre es un lobo para el hombre. Sánchez va de Rousseau, pero es más Hobbes, y por eso pone cara de corderillo herido ante Milei, porque se ha referido a los presuntos manejos de su esposa.

Cuando Sánchez escribió esa carta aspirante a epístola plagiada de Corín Tellado, recluyéndose cinco días en su rincón de pensar de la Moncloa, aunque jamás contemplase una marcha real, nos estaba dejando en la estacada. Ahora viene Milei, que es un elefante que no entra en tromba en la cristalería, porque la lleva a cuestas y también la sabe sacudir con su ostentosa maraca, para darle a Abascal el abrazo del oso fachosférico y regalarle a Sánchez lo que necesita: una excusa más para hacerse la víctima. A nadie importa ya que, poco antes de que Milei se refiriera a las supuestas corruptelas de Begoña Gómez, se hubiera insultado, mucho, a Javier Milei. El ministro Óscar Puente acusó al presidente de Argentina de consumir droga con la misma naturalidad con que ha llamado loca a Díaz Ayuso, pero aquí el problema es lo que ha dicho Milei. Quizá Óscar puente quiso, con su insinuación sobre las «no sé qué sustancias» que, según él, toma Milei, echar más leña al fuego de su visita a España, y les viene muy bien esa respuesta de fiera atolondrada de Milei. Aunque no se está agrediendo, en todo caso, a un Estado, sino que se responde a una agresión previa. Milei puede gustarnos más o menos, pero es el presidente de un país tan querido como hermano y desde aquí se le llama de fascista a payaso. Él sabrá dónde coloca su línea de credibilidad, pero Begoña Gómez no es España.

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