Opinión | Latidos

El fuego del amor

La lluvia puede impedir las estaciones de penitencia, pero no puede eclipsar la esencia viva de nuestras hermandades y cofradías: «Ser cauces de la fe y del amor en la Semana Santa». Así lo ha proclamado el obispo de la diócesis, Demetrio Fernández, en una de las entrevistas que le han realizado en estos días: «A los jóvenes y a los adultos de cualquier cofradía hay que meterles en el fuego del amor a Jesucristo. Eso reforzará a la cofradía. De lo contrario, la cofradía se te va a diluir, como la ceniza». Lástima que la lluvia tan deseada haya coincidido con los días tan deseados también por los cofrades para mostrar al Dios que se hace «caminante» junto a su pueblo, subiendo a la Cruz para descender a nuestro sufrimiento, experimentando en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas, llegando hasta donde nosotros sentimos más vergüenza.

Ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra. Las imágenes del Lunes Santo en Córdoba concentran el escalofrío de la injusticia en Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, que, primero Caifás desde su palacio, y después Pilato, con su confesión abierta de «no haber encontrado en Jesús delito alguno», ponen de manifiesto la inocencia de Jesús. Luego, el Vía Crucis, entre dos tambores roncos, golpeando las conciencias libres; y el Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, «con sus manos enclavadas, en azucenas doradas», acariciando «silencios interiores».

Las imágenes de la Virgen, la Merced y la Estrella, convierten en firmamento soñado tantos «anhelos cautivos» en la maleza de un mundo desgarrado y cruel. A pesar de la inclemencia del tiempo, nuestras hermandades han presentado sus imágenes como «mediaciones de la humanidad de Dios», para que, al contemplarlas, sintamos su presencia.

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