Opinión | Hoy

Más de lo menos

«¿Cuánto tendrá que pasar para hacer una crítica objetiva a tanto libro huero? Ya sé que con estas palabras me seguirán cayendo piedras encima»

Por más acostumbrados que estamos, hasta en la literatura aparecen los timos. Me refiero esta vez a la última novela de García Márquez, póstuma, titulada 'En agosto nos vemos' (Random House. Marzo, 2024). Yo..., qué quieren que les diga este pobre escritor marginal. Pues que es una pena que los herederos de este señor no le hicieran caso a este señor, cuando, según dicen, dijo este señor: «Este libro no sirve. Hay que destruirlo». Porque, efectivamente, el libro es, ¡de nuevo!, más de lo menos. Porque lo que hace ya la friolera de sesenta años fue un relumbrón, ahora se ha convertido en algo así como la misma batallita que el abuelo cuenta, sin que nadie se atreva a decirle que ya la ha contado. Sobre todo, de esa manera rijosa de adjetivar, que ha copiado hasta la náusea tanto tonto de las siguientes generaciones. Esos adjetivos empalagosos, de tanta caña azúcar del Caribe, que tanto intelectualizan el texto; esos personajes, que tal vez hace sesenta años deslumbraban, pero que ahora sólo son imitaciones de cartón piedra; esa trama tan poco creíble, tan previsible, a base de tan manoseada; ese feminismo pequeño burgués... Pero la pela es la pela; es decir, un cuento, que daba para unas veinte hojas, engordado a base de sus buenos márgenes en blanco, y así nos cobran al pueblo 20 euros del ala, menos diez céntimos a modo de señuelo mercantilista. Pero a ver quién es el guapo que protesta, porque los santones son los santones. A ver qué escritor, qué crítico, qué librero protesta contra esta mafia que se creó hace sesenta años, en la que todo el que quiera entrar tiene que hacerlo por el aro de escribir siempre con los mismos clichés, y todos muy anti sistema, pero todos corriendo a que les den cuantos más premios Nobel mejor, y estar en todas las sopas y todos los caldos, y copar todos los vacíos que huelan a dinero. Y cría buena fama, y échate a dormir. Y a vivir del cuento, nunca mejor dicho, el resto de los días y hasta después de muerto. ¿Cuánto tendrá que pasar para hacer una crítica objetiva a tanto libro huero? Ya sé que con estas palabras me seguirán cayendo piedras encima. Pero a mí me da igual; si algo bueno tiene el pasar de los setenta años es que cada día trae el regalo de «para lo que me queda en este convento, me cisco dentro».

*Escritor

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