Opinión | El triángulo

No tengo secretaria

Se hace muy difícil vivir a veces, sin que nadie te lleve la agenda, aunque la mía como la de casi todos es fácil por repetitiva. Estamos aguantando sin chófer el paso de los días y de las carreteras, que encima se han llenado de tractores, trataremos de ser fuertes. Compensaremos nuestra soledad con alguna mariscada en este revival al que nos hemos visto sometidos, en el que se escucha la voz de fondo de Gracita Morales y su «señorito».

Estas nuevas tramas de corrupción en el asunto mascarillas han vuelto a levantar esa costra que ni rascando nos quitamos de copa, puro, palco de club de fútbol, van dos implicados, y de olor a Varon Dandy. No es sólo por el señor Ábalos, que cree, pobre, que eso es estar acompañado sino por el espectáculo visible de nuevo, de empresarios sin escrúpulos, arribistas, emprendedores y colaboradores necesarios. Aquellos que ven una oportunidad donde los demás vemos dolor, que no les paraliza el miedo a morir o a ver morir porque mejor rico por poco tiempo que pobre una vida. Cimentado en los prejuicios, probablemente, pero a veces lo estético y lo ético se complementan o más bien se alinean en la misma dirección. Correa y Álvaro Pérez, el Bigotes, en esa explanada de la boda de El Escorial, Luis Roldán y sus peluches en las fiestas privadas, Lanzas, el conseguidor de los ERE... daban una idea de conjunto, con esa soltura, esa palmadita en la espalda, esa fraternidad en el fango.

Algunos, con porte más aristocrático y han acabado cumpliendo condena, no sólo tenían secretaria de toda la vida, como Teresita que le trataba de usted, de «señor Rato», sino que la traicionó haciéndole firmar papeles que la llevarían ante los tribunales. Este deslumbrante camino de la impunidad temporal te hace creer invencible ante todos mucho tiempo, aunque vayas viendo que otros históricamente han ido cayendo. Nunca te va a pasar a ti, como ni se nos cruza que en el próximo accidente mortal de tráfico puedes estar tú. Nunca te vas a quedar solo porque la red de los que has favorecido o te han favorecido te parece indestructible hasta que te pillan. Los mismos que te halagaban te repudiarán, y ni a sueldo ni por interés quedará nadie a tu lado. Recuerdo cuando Jordi Rull y Turull contaban la experiencia de comer con cubiertos de plástico a la salida de la prisión de Estremera sin ser conscientes que no producían lástima sino asombro en los que hemos ido de campamento toda la vida. Moriremos solos, el covid sirvió para recordárnoslo, a algunos incluso como iban a morir igual no se les facilitó asistencia; mientras tanto, estaría bien no arruinarle la vida a los demás.

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