Opinión | FORO ROMANO

Continúa la penitencia

Hemos volado por las alturas de Los Pedroches, por sus encinas y sierras, por donde empezó inspirándose Juana Castro

Juana Castro, en la presentación del documental sobre su vida en la Filmoteca de Andalucía.

Juana Castro, en la presentación del documental sobre su vida en la Filmoteca de Andalucía. / Víctor Castro

Me acuerdo de aquellos tiempos en que las poetas se llamaban poetisas --palabra que podía tener connotaciones de cursilería—y en la Redacción de La Voz de Córdoba –aquel periódico de papel que inauguró en Córdoba la prensa libre desde mayo de 1981 a mayo de 1984—en la Redacción de aquel La Voz de Córdoba, no en este digital, digo, pregunté por primera vez en esta ciudad por Juana Castro, de la que había oído hablar y no conocía. Eran aquellos tiempos de Antorcha de Paja y Zubia, que celebraban reuniones todas las semanas, a las que pude acudir alguna vez, cuando de jóvenes todos nos creíamos que éramos poetas.

Tardes en las que conocí a Carlos Rivera, que siguió escribiendo en este periódico hasta que murió en 2014, tiempos en los que la poesía cordobesa era algo más que sólo Cántico. Para mí, creo, que Juana Castro, de Villanueva de Córdoba, que al final de su tiempo de maestra enseñó en el colegio de la calle Previsión, donde mi hija aprendió sus primeras letras. Esta semana hemos volado por las alturas de Los Pedroches, por sus encinas y sierras, por donde empezó inspirándose Juana Castro que ha dejado escritos esos cielos en sus libros de versos.

El lunes 12 de febrero se proyectó en la Filmoteca de Córdoba, ese tesoro arquitectónico de la Córdoba eterna, el documental Séneca de Los Pedroches, un recorrido por la vida de esta mujer de palabra hermosa desde su infancia. El documental fue como una clase donde se aprende que la vida y la universidad van prendidas de esta mujer jarota que, casi en silencio, ha sabido adaptar el mundo a su inspiración poética, que le sale con toda la fuerza desde su corazón a su palabra.

Como quizá, sin saberlo, le ocurrió a Edgar Allan Poe cuando escribió El barril de amontillado en 1846. No se imaginaría que casi dos siglos después la Cofradía de la Viña y el Vino de Montilla, la ciudad que le da nombre a su relato, le nombraría embajador universal a título póstumo por haber escrito ese cuento que siempre nos atrajo porque un americano escribiera sobre una bebida tan cercana para nosotros los cordobeses. Nuestras bodegas, y nuestros bares y tabernas así lo certifican. Lo mismo que las iglesias han certificado que el pasado miércoles comenzó la Cuaresma con la ceniza como protagonista, ese polvo gris claro que nos ha marcado toda la vida, desde que íbamos a la clase de doctrina a la iglesia, el espacio más grande que visitábamos después de la escuela, donde aprendimos el mundo --en el que mandaban sólo unos pocos--, de una determinada manera.

Aunque quienes están viviendo una excesiva, por alargada, Cuaresma son los habitantes de las comarcas del Guadiato y de Los Pedroches, donde encontrar agua de buen aspecto que sea sana es una penitencia que tienen que practicar por igual tanto ateos como creyentes porque, a veces, el color del líquido elemento en los grifos es lo más parecido a lo que nos decían que era el pecado mortal: negrura sin porvenir alguno. Y parece que sin porvenir están los colegios Alfonso Churruca y Duque de Rivas, de la zona de Las Palmeras, que la oficialidad ha amenazado con cerrar sus aulas.

A la penitencia de ser un barrio pobre se le une la de perder ese espacio donde un chiquillo se siente igual al de cualquier familia porque la docencia no hace –no deber hacer—distinciones. Ajustar espacios en las escuelas es correcto. Borrarlos del mapa escolar es como un pecado mortal. Y suponemos que huir del pecado aunque sea sin cumplir la penitencia es lo que ha querido el Papa Francisco al haber hecho las paces con el presidente de su nación, Argentina, Javier Milei, que en su vertiginoso ascenso al poder había llamado a Jorge Bergoglio «sorete mal cagado» y «representante del Maligno en la tierra».

Errores de juventud ha dicho el Papa que son. Aunque la guerra de Ucrania sea un error de la mala madurez que están pagando los jóvenes soldados cuyas familias, en su tercer año de penitencia, suponen un foco de tensión para Zelenski. Empieza la Cuaresma. Continúa la penitencia.

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