Opinión | HOY

Nuestra benemérita

Nuestra benemérita Guardia Civil. Forma un cuerpo que va ya para dos siglos de crecer en su entrega. Y así, sólo él sabe, por su piel, por su sangre, por su pecho, sus cicatrices de noches en vela, de días de lluvias y fríos, de sed y soles por mares, estepas y caminos. Un cuerpo engendrado y amamantado con el verdadero valor, que es el valor en silencio, a base de sacrificios anónimos, cotidianos; esos sacrificios que están escritos en el libro de la vida, junto al corazón de Dios, porque sólo reciben medallas en el cielo. Este cuerpo místico se ha formado en la obediencia callada al poder civil establecido en cada circunstancia, y por eso restaña con su propia sangre las heridas producidas por algunos de sus miembros. ¿Qué misterio tan humano hace que una mujer, un hombre quieran añadir con sus cuerpos y sus almas más carne y más alma a este cuerpo benemérito, y decidan entregarse de esa manera tan noble en un mundo donde parecen prevalecer la banalidad y el egoísmo? Por esto, este cuerpo posee un corazón que es la sal de la tierra, la levadura con la que fermenta el pan nuestro de cada día. Este cuerpo, humilde en su honda dignidad, forma parte del mundo de las bienaventuranzas. En esa pequeñez evangélica, nos mira con ojos limpios desde la fotografía que preside un comedor, la mesita de noche de un sencillo dormitorio. Sólo el padre, la madre, los hermanos, la esposa, los hijos de este cuerpo saben del dolor y del amor que nos donan. Y ahí permanecen impotentes ante semejante sacrificio, serenos ante la muerte de su hijo, de su esposo; miedo que se cierne cada día que puede ser el último. Siempre en ese vilo, siempre en esa cruz. Ese cuerpo es el corazón del padrenuestro, de «hágase tu voluntad», de «líbranos del mal». Frente a los tejemanejes de un poder que sólo mira a su poder, frente a las retaguardias de una sociedad que no se compromete con nada, ellos forman la vanguardia. Más allá de esa vanguardia sólo están sus pechos ante la maldad de la tiniebla que en la noche planea más muerte para el mundo. Y no se apartan cuando viene la muerte, sino que permanecen hasta el último aliento, firmes en su entrega. Y caerán, pero vendrán otros a su relevo, y así no morirá nunca este cuerpo místico de la luz alzada en medio de la noche.

 ** Escritor

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