Opinión | LA VIDA POR ESCRITO

Ciencia y confianza

La conclusión fundamental de un estudio es que los jóvenes confían menos en la ciencia que los mayores

Todo el mundo tiene claro que asumir una religión y sus enseñanzas implica cierta confianza, algo que en el contexto religiosos se denomina fe. Pero ¿qué pasa con ese otro conocimiento no revelado por las religiones, el que resulta de la curiosidad, la observación y la capacidad humana de construir modelos para explicar el mundo? ¿Hace falta fe para asumir el conocimiento ofrecido por la ciencia?

Mi respuesta a esa pregunta es que no. La ciencia no exige fe. Al contrario, dejarse llevar por la fe hacia un resultado de la observación o una teoría científica, es algo que está fuera de la ciencia. Aquí no hay dogmas. Dicho esto, sí que es cierto que el cultivo de la ciencia requiere cierto grado de confianza: hay que asumir que un modelo se corresponde con la realidad, aunque se esté siempre atento a cualquier observación que pueda contradecir lo que el modelo prediga. La utilidad práctica de la ciencia requiere cierto nivel de confianza en ella. Y eso atañe a la ciudadanía entera, pues todos somos usuarios del conocimiento científico y de los productos tecnológicos.

La confianza que la ciudadanía tiene depositada en la ciencia es algo muy dinámico, que depende de diversos parámetros psicológicos, socioeconómicos, culturales, e incluso de las actitudes o convicciones políticas; y todos estos parámetros, a su vez están en continuo cambio. Una reciente investigación, desarrollada por la Universidad Carlos III y la de Santiago de Compostela, ha analizado esta cuestión de la confianza en la ciencia entre los españoles. En concreto, estudiaron cómo los españoles se mantuvieron informados durante la pandemia de covid-19 y percibieron el papel de la comunidad científica, las autoridades y los medios de comunicación. Y la conclusión fundamental del estudio es que los jóvenes confían menos en la ciencia que los mayores. Mientras que el 90,2% de los adultos mayores de 65 años aceptan que la ciencia busca la «verdad» y la hace pública, solo el 72,6% de los jóvenes de 18 a 24 años respaldan esta afirmación. Además, el porcentaje de jóvenes en el mismo grupo de edad que creen que la ciencia es un peligro para la humanidad es casi tres veces mayor que el de las personas mayores.

Estos resultados van en la misma línea que estudios similares de otros países. Hay una creciente desconfianza de los jóvenes hacia la ciencia. Debemos resaltar, sin embargo, que los resultados de este estudio no pueden ni deben separarse de su contexto: una pandemia extraordinaria, y autoridades, medios de comunicación y científicos, sobrepasados y sometidos a una prueba de fuego. Hecha esta salvedad, resulta chocante que sean estos jóvenes, la generación con mayor acceso a la educación, y quizás la mejor preparada de nuestra historia, la que menos confía en la ciencia.

Algunas pistas sobre las causas de este sorprendente resultado las ofrecen otros resultados del estudio. Junto con la edad, también la ideología política y las fuentes de conocimiento alternativas explican la desconfianza en la ciencia. Las personas que más consultan las fuentes de información científica ortodoxas y tradicionales son las que se sitúan en el centro. Las de izquierdas tienden a confiar más en fuentes oficiales (las autoridades sanitarias en el caso de la pandemia). Las personas de derechas prefieren organizaciones científicas y universidades. Y los colectivos antivacunas, formados por ciudadanos en los extremos del espectro político, prefieren fuentes alternativas, redes sociales, o medios de comunicación heterodoxos y radicales.

El carácter autocrítico y no dogmático del conocimiento científico y de la comunicación científica representa una debilidad frente a los dogmatismos de las religiones, las ideologías políticas y las pseudociencias. Por eso sería bueno fomentar una actitud confiada y paciente hacia la ciencia para que esta pueda ser eficaz en la búsqueda de una utilidad en nuestras vidas, y para evitar que los ciudadanos pongamos nuestro destino en manos del caos y de la manipulación.

* Profesor de la UCO

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