Opinión | tribuna abierta

El problema demográfico y sus retos

Es importante discernir entre despoblación rural y la disminución demográfica en regiones completas

La complejidad de la tendencia demográfica, analizada desde un prisma territorial, requiere prudencia y contextualización en su análisis, especialmente si se pretenden implementar políticas públicas concretas que contribuyan a contrarrestar los evidentes aspectos negativos que se están produciendo, ya en un grado de incidencia excesivo, que se acerca peligrosamente a un punto de no retorno en muchos territorios con un peso y tradición histórica muy altos en términos socioeconómicos.

Un análisis académico e investigador nos da libertad para centrarnos en cuestiones concretas y específicas, que formarán parte de una larga cadena de estudios que la propia comunidad científica incorporará a su amplio abanico de contribuciones con la premura o retraso propios del interés colectivo de quienes investiguen en las correspondientes áreas de conocimiento, pero otra cosa muy distinta es planificar, diseñar e implementar políticas públicas con una financiación concreta que contribuyan a conseguir unos objetivos también concretos de interés general, que necesariamente deben ser realistas y alcanzables, como deben ser todos los objetivos de un plan que aspire al requisito mínimo de ser realizable y solvente.

Uno de los problemas fundamentales que se ha dado habitualmente en la implementación de dichas políticas ha sido la falta de adecuación entre los objetivos planteados, a menudo demasiado ambiciosos y poco realistas, y la dotación financiera asignada para conseguirlos, agravándose aún más la situación por la habitual contradicción interna entre los propios objetivos, que a menudo persiguen a la vez una cosa y la contraria.

Es importante discernir entre el problema de despoblación rural, propia de zonas de esta naturaleza y la disminución demográfica en regiones completas, ciudades incluidas, dado que esta es la que se está dando también actualmente de forma preocupante, en favor no solo de la vida urbana sino de la megaciudad, con los problemas que todo eso conlleva al generar una distribución desequilibrada de la población y de la gestión de los territorios.

La traslación de modelos de producción intensiva e industrial a entornos que tradicionalmente han utilizado con éxito otros a los que desplazan solo consigue, además de propiciar ineficiencia desde el punto de vista productivo, desplazar población a lugares más propicios para esos nuevos modelos, con el consiguiente abandono.

Una de las claves para entender el éxodo rural y la más reciente tendencia a abandonar ciudades medianas y pequeñas está en la ya extendida e interiorizada a nivel social cantinela de falta de calidad de vida, derivada de la también supuesta falta de oportunidades económicas en las zonas que sufren despoblación y la necesidad de emigración a la gran urbe para que las personas de gran talento profesional puedan desarrollarse acorde a su potencial. Una evidente leyenda urbana, nunca mejor dicho, pero que desde los años 60 ha actuado como fuerza de empuje y filtro para eliminar no solo valiosos activos de la zona rural, sino al grueso poblacional de los menos talentosos, pero que intentan triunfar imitando a la minoría de los que sí lo son, restando músculo a la población en su conjunto, que hasta entonces era más bien excedentaria.

No hace mucho leí una noticia en este diario que informaba de un plan de la administración andaluza para repoblar zonas rurales, y me alegró leer que tendría un sustento científico técnico y que uno de los puntos de partida sería revertir la errónea idea de carencia de servicios en las zonas rurales, y errónea no solo por no ser cierta, sino más bien porque la realidad es justamente la contraria, ya que suelen ser mucho mejores, tal como certifican la mayoría de indicadores al respecto, independientemente de la apreciación personal y subjetiva que pueda tener cada uno y de las diferencias que también se dan entre territorios. Lo que ya me pareció menos realista es el planteamiento de objetivos que perseguía repoblar las zonas consideradas en un plazo muy breve a unos niveles totalmente desajustados a la realidad actual, para los que entiendo que se necesitaría no solo la dotación de un presupuesto financiero de la administración muy elevado sino también el cambio de mentalidad, de proyecto de vida y de modelo productivo de una gran parte de la sociedad, que no olvidemos forma parte de un mundo globalizado. El planteamiento de objetivos no alcanzables y no realistas supone abocar al fracaso cualquier iniciativa, por eso conviene separar las buenas intenciones y los deseos, totalmente legítimos, de los objetivos de cualquier plan de acción, que necesariamente deben ser realistas y alcanzables.

*Profesor de la Universidad de Oviedo

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