Opinión | foro romano

Los ricos de Forbes, la patria y el jamón de Los Pedroches

Es cruel oír en el informativo de la noche que la gran verdad del capitalismo se mantiene con más fuerza cada día en la cartilla del rico y en la necesidad del pobre

Un hombre, sentado sobre una acera, pide limosna a los viandantes.

Un hombre, sentado sobre una acera, pide limosna a los viandantes. / ARCHIVO / CÓRDOBA

La lista de las personas más ricas del mundo que publica la revista Forbes todos los años es una información que constata la desigualdad humana. El sistema capitalista que genera esta lista mantiene una filosofía que da miedo: los ricos serán cada vez más ricos, y los pobres, más pobres. Sólo, creo, ha habido una excepción, la de mi generación. Nacimos pobres, pero pudimos estudiar a base de trabajar, y comprarnos un piso o alquilarlo. La generación de ahora, no es que naciera rica pero sí creció en una cierta abundancia, que ahora se les ha desinflado. Los jóvenes cada vez son más pobres y tienen menos recursos, aunque estén enganchados al móvil, que les pinta un mundo que a veces no se parece al real. Que te digan que con el dinero de los más ricos de España se podrían pagar las pensiones de los jubilados es introducirte por unos caminos enrevesados y perversos cuya solución te ronda los malos pensamientos. Y te remiten al origen de la religión cristiana, que te dice que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos, o, si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo y ven y sígueme.

Es cruel oír en el informativo de la noche que la gran verdad del capitalismo se mantiene con más fuerza cada día en la cartilla del rico y en la necesidad del pobre. Que los ricos ronquen con la saciedad y a los pobres les duela su estómago lleno de telarañas es la filosofía de un sistema que mueve el mundo en la sinrazón del desorden y el desnivel. No iban descaminados aquellos que no eran ni Jesucristo ni el Papa Francisco pero que inventaron conceptos y palabras como comunismo y socialismo, las alternativas al capitalismo. Lo malo, en el comunismo, fue que los encargados de repartir la riqueza se quedaron con ella y con todo el poder que los convertía en crueles dioses de escaparate. Quienes no cayeron en la debilidad de la ambición mantuvieron unas ideas que pretenden el reparto de la riqueza o una distribución de los bienes que no genere ciudadanos inmensamente ricos o una multitud de menesterosos. Socialismo y comunismo todavía son dos conceptos que tienen mucho que hacer en ese mundo de los Forbes donde los ricos van a serlo cada vez más  y los indigentes van a ahondar su miseria hasta límites aún más lejos de la infelicidad. Lo malo es que si alguien utiliza estos conceptos con la normalidad de quien busca hacer el bien puede recibir la visita de gentes con pancartas y banderas que se dedican ahora, por las noches, a poner en orden las calles de Madrid y a proclamar que la patria está en peligro. Como lo lleva diciendo una parte de España desde que tenemos uso de razón, desde que nací en Villaralto, crecí y aprendí a leer en los periódicos de la barbería de mi padre, cuando los 25 años de paz y aquellos amaneceres en los que con olor a aguardiente al lado del pozo del corral de mi casa se mataba al cochino que nos daría de comer todo el año. 

En aquellos tiempos la patria, como no había redes sociales, no estaba en peligro porque sus componentes se dedicaban a sobrevivir del cochino que mataban y a evitar que el poder los pisase demasiado. Con el tiempo, aquellas mañanas del cochino salvador de la economía casera se han vuelto tan reales que por Villanueva de Córdoba este fin de semana nadie piensa que la patria esté en peligro porque aquellos cochinos que se mataban en los corrales de nuestras casas con olor a aguardiente mañanero se han convertido en denominación de origen de Los Pedroches y ofrecen jamón de patanegra. Una delicatesen creada por quienes no salen en las listas de la revista Forbes pero que han sabido crear un mundo, el jamón ibérico de Los Pedroches, que libera a la patria de cualquier peligro. Quizá porque empezamos a comerlo cuando de chicos teníamos hambre y lo convertimos en denominación de origen de nuestra vida. Cuando la revista Forbes empezó a constatar la desigualdad.

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