Opinión | guadalquivir

Gabriel

En 1973 llegó a Posadas el joven sacerdote Gabriel Castilla Serrano, nacido en Valenzuela, formado en el seminario conciliar de San Pelagio y ordenado presbítero por el obispo José María Cirarda Lachiondo. Han transcurrido cincuenta años de su ordenación sacerdotal, que prácticamente se ha desarrollado en Palma del Río desde 1975. Las fechas enmarcan el contexto histórico, el final de la dictadura franquista, el comienzo de la Transición y los grandes cambios en la Iglesia española tras el Concilio Vaticano II.

Gabriel Castilla, junto a los sacerdotes Francisco Moreno, Sebastián Sánchez y Rafael Caballero, constituyeron el equipo sacerdotal, un nuevo concepto de compartir y repartir las responsabilidades eclesiásticas entre dos parroquias. Aquellos sacerdotes se propusieron vivir en hermandad e implicar a toda la comunidad cristiana palmeña en la pastoral eclesial. Un salto muy grande para cada uno de ellos, pero valiente para profundizar en los valores evangélicos y estar a la altura de los grandes desafíos de la sociedad palmeña con una población mayoritariamente agrícola, con grandes tasas de paro y con sindicatos y partidos políticos de izquierda entablando una lucha por la justicia social.

No todos los feligreses entendieron el compromiso de la iglesia con los obreros, con los manifestantes en causas laborales, con las reivindicaciones políticas que pudieron parecer discurrían tangencialmente con la teología de la liberación. Pero aquellos curas se mantuvieron fieles al Evangelio, a la Iglesia y al pueblo de Dios. Por ello, recibieron muestras de amor y comprensión, que para otros se tornó en rechazo frontal, rozando los insultos y desprecios. Entre 1975 y 1977, se vivieron momentos muy tensos, como el robo e incendio de parte de la parroquia de San Francisco. Los sacerdotes rechazaron el odio y la división, para trabajar por la unión de todo el pueblo.

Gabriel, Gabi para los amigos, ha desarrollado una vida sacerdotal comprometida como profesor de religión en el instituto Antonio Gala, como párroco de San Francisco de Asís con todos y cada uno de los feligreses, niños, jóvenes, mayores, el barrio, las cofradías, el potaje de san Francisco, las becas para estudiantes, los equipos de Cáritas y su espíritu franciscano y su devoción a la Virgen de Belén. La ciudad de Palma del Río lo ha reconocido con Hijo Adoptivo y el papa Francisco lo reconocerá como buen hijo de la Iglesia.

*Doctor en Historia

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