Opinión | TODAS LA DIRECCIONES

Un tema realmente importante

No puede ser. Resulta que están todos los telediarios, todos los contertulios que se pisan el turno de palabra en las mañanas radiofónicas y todos los periódicos dale que te pego con la investidura del futuro presidente del Gobierno de España y no se habla de lo que hay que hablar. Venga a darle vueltas al temita de marras, que si Pedro Sánchez dice una cosa y la contraria poco tiempo después (¿amnistía?, inconcebible; ¿amnistía?, espera, que te lo miro), que si lo de Yolanda Díaz posando tan sonriente junto a un prófugo para ver por cuánto saldría la cosa es lamentable (para, Carles, corazón, que voy a coger un papel para apuntar), que si a Feijoo se le ha quedado la cara de cura aún más mustia desde que escuchó corear un apellido que no era el suyo la noche del chasco electoral, que si esto, que si lo otro y que si lo de más allá... Todo el día así, el bucle polarizado, los garrotazos cainitas en Twitter o como se llame esa jaula de grillos ahora, los cansinos argumentarios ante el micrófono como letanías tribales, vuelta la burra al trigo con los votos del PNV y la composición de la mesa del Congreso y los pinganillos en el hemiciclo y el derecho de autodeterminación y no sé cuántas cosas más, horas y horas de opiniones superpuestas y mientras tanto un tema sin duda mucho más trascendente desde el punto de vista social fuera del debate público cuando debería ser motivo de una reflexión profunda y urgente en tanto que representa un síntoma de que la juventud está cada vez peor: chanclas con calcetines, sí, alguien tenía que decirlo, señoras y señores, chanclas con calcetines proliferando, cada vez más chanclas con calcetines y el personal entretenido con tonterías como la cuestión territorial y el preámbulo de la Constitución y el precio por permanecer en el Palacio de la Moncloa, chanclas con calcetines gordos y blancos y hasta arriba en pleno verano recalentando los pies arrastrados por muchos bípedos adolescentes que piensan que ir así es lo más de lo más. Los estamos perdiendo.

Hace no tanto los guiris que se tostaban al sol callejeando a horas intempestivas por la Judería eran motivo de mofa generalizada por ir calzados con una combinación igual de antiestética e incomprensible. Y miren ustedes por dónde hemos llegado a un punto en el que el chaval más inocente y el más malote ⸺la cadena reluciente por fuera de la camiseta de tirantes, el tatuaje con el nombre de su ‘gordi’ en el antebrazo, el móvil repartiendo reguetón ‘toguapo’ por las esquinas⸺ caminan más chulos que un ocho con los diez deditos o dedazos de sus extremidades inferiores guarecidos por algodón, algodón, en la canícula más chunga de los meses más hipertérmicos que da el terreno cordobés. Chanclas con calcetines... algo estamos haciendo mal. Y todo el mundo hablando de la investidura sin preocuparse de que las nuevas generaciones están cada vez más perdidas. A ver si nos centramos, leche ya.

** Profesor

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