Opinión | COSAS

La verdad está ahí fuera

El Congreso de EEUU ha votado casi por unanimidad mayor transparencia en el tratamiento de los ovnis

Sin quererlo, Bob Dylan se ha vuelto estos días profético. El peculiar Nobel de Literatura compuso ‘Blowing in the wind’ en 1963, dos años antes de que los americanos mandasen oficialmente sus primeras tropas a la guerra de Vietnam; aunque ese propósito ya estaba lacrado desde la derrota de los franceses en Dien Bien Phu. La canción de Dylan pronto se enroló en las canciones protesta que entorcharon una década tumultuosamente prodigiosa. Y ahora resulta que la respuesta está en el viento, o al menos en el estratosférico, competencia sentimental de David Bowie y su ‘Starman’. En un país tan polarizado como los Estados Unidos, resulta que Demócratas y Republicanos se han puesto de acuerdo en un punto insospechado. El Congreso ha votado casi por unanimidad una mayor transparencia del Pentágono en el tratamiento de los ovnis.

Tres exmilitares norteamericanos han declarado que los avistamientos existen, conversos que no se han caído del caballo en el camino hacia Damasco, sino que han coqueteado desde las nubes con la barrera del sonido. Para curarse en salud, las siglas se adaptan a los tiempos. Los ovnis han sido sustituidos por fanis (fenómenos aéreos no identificados), lo cual puede restarle caché en las especulaciones evocadoras de los platillos volantes. Pero un país tan propicio al cambio de siglas -desde las agrupaciones electorales de partidos soberanistas catalanes, a las mil combinaciones de la enésima Ley de Educación- tendría que acatar esta nueva denominación. Aun así, por viejuno, me quedo con los ovnis; con ese revoltijo ochentero que te llevaba a orientar los transistores hacia los programas de medianoche, y a solapar la caza de gamusinos con la reconfortante captura de una lágrima de San Lorenzo; a erizarte el vello con el solaz advenimiento de los habitantes del planeta Ummo, nada que ver en su sofisticación con las tropelías vikingas de Orson Welles en su ‘Guerra de los Mundos’; a prolongar ese onirismo erótico con Mulder y Scully, los experimentos de Rosberg y los marcianos momificados en el desierto de Nevada como Grial del que, como en ‘Expediente X’, también fue el primer mandamiento periodístico: la verdad está ahí fuera.

En una época tan pródiga en bulos y memes, y donde la piedad es reacia a sus tradicionales componendas con la mentira, los testigos pilotos exigen que salgan a la luz las naves extraterrestres escondidas; que se evidencien esos restos orgánicos no humanos detectados en los restos de una aeronave. Puestos a especular, podría tratarse de la confirmación del trágico éxito de la misión de la perrita Laika. No interesa, porque en estos momentos es uno de los pocos iconos naif de la cultura rusa, parangonable en el altar pre púber al ‘Principito’ de Saint-Exupéry.

Bienvenida la catarsis del espacio. Estados Unidos aún no ha superado la fractura de aquellas presidenciales focalizadas en el Estado de Florida resueltas por un puñado de votos. Ello, con toda la ucronía de colocar a Gore en lugar de Bush Jr. en la Casa Blanca, y todo el arrastre de derivaciones de este turbulento siglo. Y ya saben los de las barbas a remojar, ahora que los bloques de la investidura sopesan su empate técnico. Curiosamente, en la patria del Quijote hemos sido poco condescendientes con los lunáticos. Francia tiene a su Cyrano. Méliès visitó a lo selenitas dejando tuerta la Luna. También Alemania, con el alter ego del barón de Münchhausen, puso un pie en nuestro satélite. Nosotros estamos hechos de otra pasta, porque aún arrastramos el pecado unamuniano del ¡Que inventen ellos! Si quieren explorar consensos para la investidura, aquí resulta más rentable corear «Marciano el que no bote».

*Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor

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