Reportaje

Un viaje en el tiempo por los tesoros de la Diputación

El actual Palacio de la Merced de Córdoba es un edificio con capas superpuestas que permiten visualizar en un recorrido ascendente más de veinte siglos de historia

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

Hay edificios que no son lo que parecen y otros cuyo interior esconde mil maravillas que a primera vista pasan desapercibidas. El actual Palacio de la Merced, sede de la Diputación de Córdoba, es una mezcla de las dos cosas, un gran trampantojo histórico lleno de tesoros patrimoniales que además permite al visitante adentrarse en un viaje en el tiempo desde la antigua Roma hasta nuestros días para descubrir entre sus muros el rastro de las distintas culturas, superpuestas en estratos, que han pasado por la ciudad de Córdoba

El historiador Francisco Mellado es el encargado de acompañar al público en las visitas por el edificio, que arrancan en el enterramiento alojado en el subsuelo, a la altura de la cota romana, «un panteón de incineración del siglo I AC que se conserva en perfecto estado, incluidas las escaleras a la cripta, y que apareció con las excavaciones realizadas por Rafael de la Hoz en los años 60 del siglo pasado». 

Enterramiento romano y baptisterio

El antiguo convento de la Merced se levantó sobre un solar que en época romana sería parte de la necrópolis de la ciudad. Se cree que el panteón perteneció a un personaje dedicado a la explotación de las minas y se intuye que sobre la cripta existió una plataforma con alguna escultura que no se conserva destinada al banquete funerario. Saliendo del sótano, el visitante se encuentra con los restos del llamado baptisterio, recientemente puesto en valor, un ejemplo de los procesos de adaptación de espacios en función de la cultura. En este caso, una infraestructura hidráulica utilizada como terma en época tardorromana sería reconvertida en pila para bautismo por inmersión en el periodo paleocristiano. A pocos metros, las excavaciones realizadas en el aparcamiento contiguo confirman que entre los siglos X y XIV esa zona fue parte de un arrabal del periodo califal y almohade y de la etapa cristiana posterior, levantado sobre los restos romanos que se encuentran varios metros más abajo. De vuelta al baptisterio, basta con subir otro tramo de escalera para acceder desde la época paleocristiana a la Edad Media, donde se alzaría el primitivo convento medieval, que se fundó en el siglo XIII, cuando el rey Fernando III dona a los frailes una gran extensión de terreno que abarcaba desde la Puerta de Osario hasta la Huerta de la Reina-Cruz de Juárez.

Imagen del baptisterio, recientemente puesto en valor por la Diputación.

Imagen del baptisterio, recientemente puesto en valor por la Diputación. / A. J. GONZÁLEZ

Del antiguo al nuevo convento

Del convento originario no se conserva nada más que la clave de un arco que se puede ver en la iglesia de la Merced. En el siglo XVII, tras el Concilio de Trento, ese convento se transformará dándole unas dimensiones más grandes para adaptarse a las necesidades de las nuevas órdenes religiosas, proceso que culmina en el siglo XVIII cuando los frailes de la orden mercedaria lo levantan entero nuevo. Si se accede a la Diputación por el patio blanco, se observará la estructura original del convento aunque con usos distintos. El antiguo refectorio del convento, por ejemplo, está ocupado actualmente por el departamento de Hacienda. La ampliación del convento se sitúa en la zona del patio barroco, construido en 1752, al igual que la majestuosa escalera imperial de la entrada, realizada en mármol de la sierra de Cabra y Carcabuey, cubierta por una impresionante cúpula de estuco tallado y policromado con altorrelieves dedicados a San Pedro Nolasco, fundador de la orden Mercedaria. Este nuevo claustro, realizado con la técnica de barroco de placas, conecta con la iglesia anexa, construida también en el siglo XVIII, y se comunica con la parte alta de la casa donde estaban las dependencias importantes del convento, entre ellas, el despacho del comendador de la orden, que ahora ocupa el presidente de la Diputación. 

Escalera imperial hecha de mármol de la sierra de Cabra y Carcabuey.

Escalera imperial hecha de mármol de la sierra de Cabra y Carcabuey. / A. J. GONZÁLEZ

Hospital y hospicio

El esplendor barroco del convento concluye en el siglo XIX. En 1810, Córdoba es asediada por las tropas napoleónicas y parte del convento se convierte durante un corto periodo en hospital de campaña para los franceses. Los frailes saldrán en las primeras desamortizaciones para luego volver hasta la expulsión definitiva en 1835 cuando el edificio pasa a manos públicas. Es en ese momento, se convierte en hospicio para niños huérfanos, alojando hasta mil menores en los peores momentos. El edificio entra en un periodo de decadencia y todo se adapta a esta nueva función. Los niños ocupan el patio blanco y las niñas el patio barroco, para lo cual se tabicaron todas las ventanas de los claustros y se instalaron camas. Además, se taparon los soportales para colocar talleres de panadería o imprenta, que sería germen de la imprenta provincial actual. Las monjas de las Hijas de la Caridad se instalan en un edificio anexo como responsables de los niños. Donde ahora se celebran los Plenos de la Diputación, en aquellos años, había niñas realizando labores de costura. El objetivo era que todos aprendieran un oficio para cubrir las necesidades del hospicio y pudieran ganarse la vida una vez fuera.

Las lámparas dan el toque palaciego al antiguo convento.

Las lámparas dan el toque palaciego al antiguo convento. / A. J. GONZÁLEZ

«El antiguo convento sería hospicio desde 1835 hasta 1968 cuando la Diputación decide trasladar su sede desde la calle Pedro López, previa reforma, encargada Rafael de la Hoz». Lo primero que hará el arquitecto es quitar todos los añadidos colocados en la fase de hospicio, retira la pintura de la fachada, blanco y albero, y salen a la luz los restos originales de la policromía del siglo XVIII. 

Es Rafael de la Hoz quien concibe el edificio como un palacio y quien proyecta la obra con esta visión. «La especulación urbanística de los años 60», recuerda Mellado, «hace que se pierdan muchos palacios y casas señoriales y muchas piezas se recuperan para la Diputación, entre ellas, las lámparas, que pertenecían a un palacio de Santa Marina». Asimismo, se compra mucho mobiliario de época y la estética de hospicio y antiguo convento se va borrando para dar forma al Palacio de la Merced. Hay estructuras que se mantienen, como el doble corredor que rodea al claustro superior, la zona noble del convento y de la Diputación, algo que no es visible desde fuera. Los frailes lo dispusieron de este modo para poder moverse por las dependencias interiores sin ser vistos y ahora preserva a los diputados en sus trasiegos entre despachos. Las vitrinas de este pasillo exhiben algunos de los tesoros patrimoniales recibidos tras la aplicación de la ley de beneficencia que hace que dejó en manos de la Diputación el hospital de la Caridad, del Cardenal Salazar, de la Misericordia... Entre otras cosas, destaca la Copa de Núremberg, una joya de orfebrería alemana reconvertida en copón del siglo XVI.

Interior de la Iglesia de la Merced, de estilo barroco.

Interior de la Iglesia de la Merced, de estilo barroco. / A. J. GONZÁLEZ

Iglesia de la Merced

Acabada la obra de la Diputación, De la Hoz aborda la reconstrucción de la iglesia de la Merced, que siempre ha estado anexa al conjunto. La primera piedra de la iglesia se colocó en 1716 y hasta 1745 se realizó toda la parte arquitectónica, completándose la parte ornamental hasta finales del siglo XVII, incluido el fabuloso retablo original, que sería incendiado en 1978. El templo se mantuvo activo hasta la Desamortización hasta su reapertura en el siglo XXI. Rafael de la Hoz encuentra el retablo en mal estado de conservación después de todos los avatares históricos. En diciembre de 1977, da por concluida la restauración y mes y medio después arde por completo en un incendio intencionado.

Al fondo, estado actual del estado restaurado, cubierto con pan de oro.

Al fondo, estado actual del estado restaurado, cubierto con pan de oro. / A. J. GONZÁLEZ

Fechas antes, se había convocado una oposición y un huérfano que había estado alojado en el hospicio se presenta, pero no obtiene plaza. En represalia, conocedor del inmueble, se cuela por el camarín de la virgen y prende fuego al retablo. Parte de la bóveda se hundió haciendo efecto chimenea, reduciendo el impacto en el resto de la iglesia, evitando entre otras cosas, el estallido de las vidrieras o la cúpula. El coro llegó al coro, cuyo órgano ardió por completo. Solo se conserva un ángel carbonizado. Inicialmente, se pensó que era un atentado terrorista. El revuelo provocado por aquel siniestro fue monumental y el joven acabó confesando y mostrando su arrepentimiento, aunque fue juzgado y pasó varios años en la cárcel. Las fotografías conservadas y las que se solicitaron a través de la prensa a los novios que se habían casado delante del retablo permitieron reproducir fielmente todos los detalles del original y la de las imágenes que lo acompañaban.  

Restos del ángel carbonizado en el incendio.

Restos del ángel carbonizado en el incendio. / A. J. GONZÁLEZ

40 años de trabajo continuado tras el incendio del retablo

Los trabajos de rehabilitación empezaron con un taller conformado por niños del hospicio, alojados ya en los Colegios Provinciales hasta que a finales de los 80 se crean las escuelas taller. Más de 300 alumnos se han formado en las especialidades de talla, imaginería, policromía, carpintería o dorado en este retablo. Con la extinción de las escuelas taller, la Diputación asumirá el trabajo que quedaba pendiente. Durante 40 años, las distintas corporaciones provinciales han heredado el trabajo de las anteriores, sin frenar su avance, algo poco habitual en los planes cortoplacistas de la política. Una curiosidad es que los despachos de los diputados, antiguas dependencias de los frailes, tienen balcones que dan al interior de la iglesia.

La visita continúa con la ampliación del arquitecto de la parte superior, en la que continúa recuperando piezas de edificios monumentales, decorada con uno de los mosaicos romanos y con cuadros de artistas pensionados por la Diputación, entre ellos, los hermanos Romero de Torres o Mateo Inurria. 

El salón del artesonado

La parte moderna, la más palaciega en origen, incorpora en la planta alta el salón del artesonado (denominado así por el artesonado que lo cubre, del siglo XVI, que se recupera de otro edificio señorial) y también se amuebla con material de época. Ese vestíbulo comunicaba con el antiguo salón del príncipe, donde el presidente recibía a las autoridades. El resto de la planta la ocupaba un gran comedor de gala para más de 300 comensales. De ahí que en la sala luzca una vitrina con la cubertería y vajilla de los años 70. En los años 80, con el nuevo concepto de lo público, se desmantelarán estos salones para convertirlos en oficinas. 

Patio del reloj de la Diputación de Córdoba.

Patio del reloj de la Diputación de Córdoba. / CÓRDOBA

Patio del reloj

En la planta baja, el arquitecto completó el edificio con el patio andaluz y, por último, el patio del reloj, escenario de varias instalaciones del festival Flora, situado en la zona que linda con la calle Reyes Católicos. Ahí se encontraba un pequeño edificio de dos plantas, alojamiento de las monjas del hospicio, que se derriba. El patio, otro tesoro del edificio, se concibe como un jardín romántico que se adorna con los restos arqueológicos de las excavaciones, una fuente, el gran reloj de sol, que se puede ver desde la reja que comunica con la calle, y se plantan los cuatro magnolios Desde 2008, el Palacio de la Merced, que nunca fue palacio aunque ahora parezca lo contrario, figura en el registro de la Junta de Andalucía como Bien de Interés Cultural en la categoría de monumentos. Y hasta ahora.

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