Opinión | EL CUERPO EN GUERRA

Los amigos no necesitan un día

Mañana se celebra el Día Internacional de la Amistad. Al verlo recalcado en mi agenda, me dije que tenía que escribir de ello, porque no sé cómo sobreviviría sin mis amigas los 365 días del año. Ellas son mi verdadera familia, a quienes puedo pedir socorro no importa qué hora sea ni en qué momento las pille, que dejarán cualquier cosa (bueno, a veces tengo que esperar a que duerman a los sobris o vuelvan del veterinario) para dedicarme minutos u horas hasta hacer una amalgama de los pedacitos que quedan de mí cuando la vida me pasa por encima. O buscarán la forma de organizarse para acompañarme a Urgencias y después a casa.

A veces simplemente necesitamos saber que están ahí, que no estamos solas en el mundo, y compartir silencios, sentadas la una junto a la otra aunque sea a kilómetros de distancia. O que se tumben en cama con nosotras cuando la oscuridad nos devora o nos sentimos al borde de un precipicio. Que estrechen nuestra mano entonces es el mejor salvavidas (ya lo hagan en persona o a través del móvil).

El Diccionario de la Real Academia Española define la amistad como «afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato». Es correcta, pero creo que va más allá. Puede que determinadas amistades se conviertan en el verdadero amor de nuestra vida, sin límites, eterno. Aunque muchas otras también tienen su fecha de caducidad y no por eso dejan de ser menos valiosas.

Las personas cambiamos y evolucionamos mucho a lo largo de nuestra vida y puede que en determinado momento aquello que nos había unido y servía como vínculo se debilite o incluso desaparezca, porque hayamos crecido en distintas direcciones o simplemente porque llegue su fecha de caducidad. No por ello hemos de desmerecer el tiempo que pasamos juntas y lo que nos aportaron y compartimos, aunque duela esa pérdida o incluso la consideremos injusta o no lleguemos a comprenderla.

Los seres humanos somos sociales por naturaleza y, mientras respiremos, no dejaremos de cruzarnos con otros con los que, si se alinean los astros y la situación lo propicia, conectaremos. Y, así, más allá de «nuestras imprescindibles» -aquellas a las que estamos conectadas por un cordón umbilical construido tras muchos años, amor y esfuerzo- nuestras amistades (y nosotros mismos) estamos en continuo movimiento y evolución. Y no deberíamos precisar un día para decirles «gracias».

** Escritora

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