Opinión | El TRIÁNGULO

Lógica parlamentaria

Pura lógica. Vox crece elección tras elección y quiere dar más pasos y con mayor firmeza hacia los puestos de poder. En la anterior legislatura adoptó el papel de socio de extrarradio. Sus votos eran determinantes para la vida política municipal y autonómica de numerosas ciudades, pero no contaban con peso público ni institucional. Fue su primera toma de contacto con el poder oficial, un tanteo que les ha salido bien en prácticamente todos los lugares donde han puesto en marcha esta estrategia de conquista por aproximación. En el Ayuntamiento de Zaragoza, por ejemplo, el equipo de gobierno formado por PP y Ciudadanos comenzó el mandato receloso y, sin embargo, lo ha acabado más que contento con el papel desempeñado por los dos concejales de la formación de Abascal que les han apoyado estos cuatro años. Vivida la experiencia sobre el terreno, Vox exige ahora entrar por la puerta grande. Quiere cambiar de lado, estar dentro y ocupar sillones que le visibilicen. Su discurso, inicialmente timorato sobre algunas de las cuestiones más polémicas, resuena ya a muchos decibelios una vez avalado en las urnas por más de un millón y medio de españoles, el doble que hace cuatro años.

Sin complejos, la formación de ultraderecha hace lo que haría cualquier otra en su situación con los últimos resultados electorales en la mano. Ya lo demostró en Castilla y León cuando consiguieron la vicepresidencia para Juan García Gallardo en el ejecutivo de Mañueco. Los que hoy pueden verse presionados por su ímpetu por gobernar lo saben. El momento de tomar medidas preventivas pasó cuando optaron por dejarles crecer. Como se suele decir en verano, los incendios se apagan en invierno. Con la escalada de protagonismo de los de Abascal ha ocurrido lo mismo. Ahora toca o bien aceptarlos, como se está viendo en numerosos gobiernos municipales y autonómicos, o descartarlos y exponerse a una legislatura incierta.

Quién sabe cuál sería hoy el escenario si los dos grandes partidos no hubieran dinamitado todos los puentes que podían unirles. El PSOE se abstuvo en la votación de Mariano Rajoy como presidente a pesar del entonces defenestrado Pedro Sánchez. El PP no le devolvió el gesto a los socialistas en 2019, repetición electoral mediante, para que se vieran abocados a gobernar con Unidas Podemos. Si lo hubieran hecho, a los populares les vendría francamente bien que el PSOE se abstuviera ahora en Aragón o Murcia, por ejemplo, para permitirles gobernar en solitario, que es lo que realmente desean. Pero de aquellos barros estos lodos y de aquella estrategia de desgaste para ver qué pasa, votaciones de investidura en ocasiones fallidas.

* Periodista

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