Opinión | TRIBUNA ABIERTA

Cumbre UE-Celac

Cuando en 2011 se creó la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac, por su siglas en español) a los norteamericanos no les sentó muy bien eso de concertar algo en Latinoamérica excluyéndolos... El sentimiento común lo expresaba el ‘New York Times’: «La Celac es un puñal clavado en el corazón de la Organización de Estados Americanos» (OAS, por sus siglas en inglés). La OAS nació en 1948, en Bogotá, bajo la tutela de los norteamericanos, «tan lejos de Hispanoamérica en espíritu y comprensión», según señalara el historiador A. J. Thomas en su voluminoso estudio ‘La Organización de los Estados Americanos’, y ya en los 60 se hallaba anquilosada. En realidad la OAS nunca respondió a los intereses de los pueblos latinoamericanos. Un somero repaso a las desigualdades sociales, a la estructura del poder o a la balanza comercial con el coloso del Norte, lo ponen en evidencia. La OAS es colonialismo norteamericano institucionalizado.

Porque la verdad es que, desde que el presidente James Monroe basó la doctrina que lleva su nombre no en la moral de la ley internacional, sino en los desnudos intereses de su país, los norteamericanos consideran Latinoamérica como su patio trasero, abastecedor de materias primas y receptor de sus excedentes comerciales. ¿Derechos? Como escribió en 1890 Thayer Mahan, que defendía la creación de una gran armada para el expansionismo, «USA no necesita más derechos que su política razonable apoyada en su poder». Con el tiempo, sólo quedó el poder atemorizador de los cañoneros, cuando no la conspiración para instaurar dictaduras o la intervención directa para derrocar gobiernos...

La historia es tan monótona que ya en ese momento fundacional de la Celac Evo Morales, presidente de Bolivia en aquella ocasión, calificó a la cumbre de Caracas como momento único «después de 500 años de lucha colonial y 200 de independencia». La retórica puede parecer tan excesiva como las esperanzas --o desesperanzas-- de esos pueblos hermanos en lengua y cultura. El yanqui anglosajón acecha con recelo la intención de crear una unión política, económica y social que pretende revivir el ideal de Simón Bolívar. Y, a juzgar por lo pronto que se despachó en su día la noticia de la creación de la Celac en nuestros medios de comunicación, para los españoles fue como si estuviéramos en New York y leyéremos el ‘New York Times’.

Hoy la geopolítica ha cambiado por la guerra de Ucrania. Venezuela posee una de las mayores reservas de petróleo del mundo y, descartado cualquier plan de invasión del país (durante la presidencia de Trump la opción de una intervención militar estaba sobre la mesa), Biden se acerca al gobierno de Maduro y la UE va a la cumbre con la Celac en julio con la propuesta de levantar las sanciones económicas a Venezuela a cambio de «elecciones libres». Pedro Sánchez, que presidirá la UE, declara que esa cumbre «será una oportunidad histórica para continuar fomentando y perfeccionando nuestra relación multilateral».

 ** Comentarista político

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