Opinión | punto y coma

Más ortografía

Los signos ortográficos son las marcas que se deben utilizar en los textos, manuscritos o digitales, junto a las letras y los números, para facilitar su lectura e interpretación. Por un lado, está la RAE, institución que se encarga de la regulación del español mediante la promulgación de normas dirigidas a fomentar la unidad idiomática, y, por otro, los usuarios de la lengua, con mayor o menor capacidad y/o voluntad de obedecer a la que, guste o no, es la autoridad en este campo. Los signos ortográficos también se definen por aquello para lo que sirven: delimitan las partes que componen los enunciados y, en sentido más amplio, el discurso; asimismo, ofrecen información sobre las relaciones que dichas partes establecen entre sí y, utilizados de forma correcta, pueden reproducir la entonación de los textos orales y evitar ambigüedades en la transmisión escrita (v. gr.: «Belarra y Montero tienen un gran currículo académico», donde ‘Belarra’ y ‘Montero’ son dos sujetos sintácticos y semánticos que se han partido el lomo estudiando, vs. «Belarra y Montero, ustedes tienen un gran currículo académico»). Dejando al margen la tilde y la diéresis, los signos ortográficos del español se dividen en dos grupos: a) signos de puntuación (el punto, la coma, el punto y coma, los dos puntos, los paréntesis, los corchetes, la raya, las comillas, los signos de interrogación y exclamación, y los puntos suspensivos); y b) signos auxiliares (el guion, la barra y el apóstrofo).

Hay mucha tela que cortar en todos los aspectos que abarca la Ortografía. Hoy intentaré darle protagonismo a uno de los signos de puntuación cuyos usos son más desconocidos: el punto y coma. Es complicado tratar de definirlo sin emplear la técnica del descarte. El punto y coma no es un punto en ninguna de sus versiones; las funciones de este son indicar el fin de un enunciado (punto y seguido), un párrafo (punto y aparte) o un texto (punto final). El punto y coma tampoco es una coma, signo que delimita unidades lingüísticas inferiores al enunciado; entre los principales usos de la coma se encuentran, por ejemplo, delimitar incisos (v. gr.: «P. S., frecuente usuario del ‘Falcon’, dice que lo de este avión es una cuestión de Estado»), aislar vocativos (v. gr.: «Profesora, ¿podemos reforzar la ortografía?») o delimitar complementos que afectan a toda una oración (v. gr.: «Sinceramente, creo que la ortografía no interesa ni siquiera a algunos profesores de Lengua»). El punto y coma es como los hermanos medianos, que, no siendo ni los mayores ni los menores de la casa, deben hacer algo «grande» para conseguir un protagonismo ‘per se’, y son difíciles de comprender. Pero los hermanos medianos y el punto y coma existen. El problema es que la definición de este es demasiado abstracta y provoca que el usuario salga por la tangente y decida ignorar de forma más o menos deliberada su existencia. Veamos lo aquí expuesto con un pequeño texto formado por algunos enunciados: «El asunto de la gestación subrogada es debatible; en primer lugar, está la fe, pues, para quienes creen que somos seres creados por Dios, el tratar de manipular los caminos que Él tiene trazados es una aberración; por otro lado, da vértigo pensar que con dinero se pueda llegar a conseguir casi todo, ya que de alguna forma se hacen equiparables adquirir un ‘Ferrari’ y un hijo; finalmente, llama la atención que las ministras académicamente laureadas defiendan el aborto y, sin embargo, ahora se lleven las manos a la cabeza porque una mujer decida hacer lo que le plazca para sobrellevar una vida de dolor continuo». Es un asunto complicado, pero está claro que les sobra demagogia y les falta ortografía.

* Lingüista

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