Opinión | MUNDO DIGITAL

Inteligencia artificial, el concepto de moda

"La IA facilita el tratamiento masivo de datos y agiliza la toma de decisiones; pero detrás hay personas, sesgos, intereses empresariales y luchas de poder"

Imagen alegórica de la inteligencia artificial.

Imagen alegórica de la inteligencia artificial. / Prensa Ibérica

La inteligencia artificial (IA) es el concepto de moda. La Fundación del Español Urgente (Fundéu), promovida por la Agencia EFE y la Real Academia Española de la Lengua, otorgó en 2022 el título de palabra del año a la expresión compleja inteligencia artificial, definida desde 1992 en el diccionario académico como la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico.

Esta elección no es casual. Cada vez se habla más en los medios nacionales e internacionales sobre la IA, no siempre con verdadero conocimiento de causa. Lo acabamos de comprobar con el enorme revuelo mediático que ha causado y sigue causando la presentación de ChatGPT, un algoritmo que permite interactuar mediante el lenguaje escrito, y que, simplificando mucho, forma parte de los llamados LLM (Large Lenguaje Models) que tratan de permitir la interacción cada vez más cómoda de los humanos con las máquinas. El poeta Pablo García Casado ha publicado en sus redes un experimento con esta herramienta, tan asombroso como inquietante.

Todo esto abre un enorme horizonte de posibilidades, y también de riesgos. En España, el debate parece haberse reducido a la posibilidad de que estudiantes de todos los niveles encarguen sus trabajos a ChatGPT. Sin duda es un punto de vista superficial. Las noticias hablan de la rivalidad entre Microsoft y Google y de la feroz competencia entre los gigantes empresariales por hacerse con una posición dominante en el mercado de las búsquedas y análisis de la información disponible. Cuidado.

Todo esto trae nuevos riesgos al mundo en el que vivimos y convivimos. En los años 80, David Collingridge escribió un libro The Social Control of Technology, que presentaba su conocido “dilema de Collingridge”: si se regula demasiado pronto, se puede matar la innovación. Pero si la innovación se ha consolidado, y tiene consecuencias adversas (pensemos en las redes sociales y el acoso y la difusión de bulos), la regulación a posteriori llegará tarde. La IA facilita el tratamiento masivo de datos y agiliza los procesos y la toma de decisiones. Pero detrás de la IA hay personas, sesgos, intereses empresariales y luchas de poder. El balance objetivo e informado entre sus ventajas y sus riesgos siempre ayudará a obtener lo mejor para el bien común. La tecnología no es neutral.

Suscríbete para seguir leyendo