Opinión | al paso

Dueños del mundo

Desde luego que resulta muy penoso saber que estás escribiendo para nada. Y si no para nada, porque hay personas que lean con connivencia esta columna, no para lo que me encantaría que fuese. Es una sensación parecida -salvando las distancias- a aquel que irremediablemente está condenado a muerte y sabe que sus gritos no van a parar la ejecución. Porque una vez más escribo de la incapacidad histórica del ser humano para saber qué sitio le corresponde en un universo infinito a pesar de que casi todo lo que nos rodea está por debajo de la creatividad preciosa que significamos. Sin nosotros el universo es la nada. Pero no nos enteramos. Una vez más nuestra extraña raza impresiona para mal. Hemos visto en directo el terrible terremoto de Turquía y Siria. Hemos comprobado como en escasos minutos la naturaleza puede destrozarlo todo. Nada ni nadie puede parar un terremoto porque no está en nuestras manos sino en procedimientos naturales o designios del todopoderoso. Cuando, derivada de esta desgracia, la humildad debería tomar el mando, sigue la barbarie. Este terremoto evidencia cuan pequeños somos ante la naturaleza. Y, sin embargo, la guerra de Ucrania sigue su curso sin inmutarse. Ni un solo mandatario en acción del conflicto ha salido en televisión pidiendo perdón por mantener la guerra mientras mueren los ciudadanos turcos y sirios que sin haber retado a ningún país han sido castigados tan cruelmente por una providencia que tiene esa forma de proceder tan incomprensible. Porque si el terremoto hubiera sido en Ucrania o Moscú, seguro que, como mínimo, se hubiera reflexionado sobre la guerra. Pero no. La guerra sigue como si el terremoto no se hubiese producido. Es por ello que tengo un nefasto pesimismo con este 2023. ¿Por qué? Porque si el único país que intentó mediar por la paz en la actual guerra de Ucrania como fue Turquía, ha sido el más golpeado por el cataclismo y, aun así, no ha recibido ni una señal de condolencia por parte de Rusia e incluso ni siquiera Zelenski ha rogado una tregua para ayudar, es que, parece, nada ni nadie puede parar el desastre que se avecina. Como hombre de fe y esperanza que soy, rezo porque este desastre natural tenga, al menos, una consecuencia constructiva en las conciencias. Que veamos que ante la magnitud del poder destructivo e insensible de la naturaleza que no entiende de edades, el ser humano nunca debería matarse entre sí, y menos por un planeta que creemos que es nuestro pero que los cataclismos nos demuestran que es justamente lo contrario. Esta columna no llegará a Putin. Pero quizá sí. ¡Para por favor!, y manda tus ejércitos a ayudar a Siria y a Turquía. Qué paradoja tan estúpida. Si hiciera eso, sería lo que quiere, es decir, el dueño de nuestros corazones o lo que es lo mismo, el dueño del mundo. O sea, los que mandan, no se enteran. De ahí mi pesimismo.

*Abogado

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