Opinión | COLABORACIÓN

Seniors boomers

No hay que olvidar que todas las generaciones son iguales

Aún somos muchos, demasiados he oído decir a los que intentan cuadrar las cuentas. Somos los que todavía nos reconocemos en algunas de esas fotos de niños sonrientes y ordenados en escala decreciente donde el más pequeño posa en los brazos de una madre, a veces embarazada, a la que acompaña un padre con cara circunspecta. Fotos en blanco y negro y borde troquelado en las que también es frecuente encontrar divertidas escenas de esos mismos niños en torno a una novísima mesa de formica a la espera de que les colmen con guiso de olla los transparentes platos de Duralex que tienen delante, o incluso apelotonados en cualquier recoveco inverosímil que pudiese ofrecer el interior de un recién matriculado Seat 600 o las superficies colonizables de una recia Vespa 150. Niñas y niños nacidos entre finales de los cuarenta y principios de los sesenta, predestinados a ser los depositarios de la ascendente bonanza que se iba palpando fruto del desarrollismo acelerado que promovía por aquellos entonces una sociedad que necesitaba afianzar la paz y mirar hacia adelante para enterrar en el olvido las penurias precedentes. Una generación a la que se formó con la esperanza de dar un paso más y alcanzar el nivel de progreso que aún nos diferenciaba de la Europa de vanguardia. Un puente entre la España del pasado y la del futuro que acabó en consecuencia siendo partícipe directa de los procesos de cambio político, tecnológico y cultural experimentados en nuestro país en los últimos cincuenta años. Fuimos los baby boomers, aquellos niños que tantas ilusiones repartimos con nuestra llegada en el ya lejano franquismo de los «Premios a la natalidad» y sus políticas proconceptivas y que, a día de hoy, nos hemos convertido en unos seniors boomers que desde las alturas de la pirámide poblacional ponen en un brete la previsión de equilibrio entre ingresos y gastos que se ha tenido que barajar para alcanzar los acuerdos del «Pacto de Toledo» en la España democrática del s.XXI. Hijos de un estado austero y autárquico que, después de haberlo dejado atrás y llegado a creer que por fin se había logrado afianzar unos mejores tiempos con proyección de futuro, se encuentran envejeciendo en la decepcionante complejidad de un mundo que intenta capear pandemias, crisis y rupturas en el desconcierto. Al igual que le ocurrió y ocurrirá a cada generación, no tuvieron otra alternativa que jugar las cartas que les cayeron en suerte y, como cualquier otra, debieron encontrar la capacidad necesaria para jugarlas. A ellos les deparó el destino una sucesión continúa de cambios frente a los que tuvieron que demostrar una capacidad de adaptación y amplitud de mente difícilmente igualables. Cambios tan vertiginosos que los sitúa como la última franja de españoles que aún cuenta con la referencia de haber vivido en un entorno sin televisión, ordenadores, móviles, Internet, autovías, trenes de alta velocidad, vuelos low cost, Unión Europea, Sistema Nacional de Salud,... y hasta sin democracia. Buena toma de tierra para cualquiera que en la actualidad pueda pensar que todo esto que ahora está a nuestro alcance, y hasta le resulte inconcebible su ausencia, es algo que viene dado. Porque a fin de cuentas no es otra cosa que la conexión entre generaciones lo que enriquece el acervo cultural de una sociedad, la hace más comprensiva y le evita repetir errores. Mantener una actitud abierta y receptiva a las relaciones sociales intergeneracionales, considerar amigo en toda su extensión a personas de generaciones precedentes o posteriores, facilitará una empatía con los problemas y carencias de otros grupos de edad que, aunque no sea al que pertenezcamos, acabará revertiendo en beneficio común y propio. La situación de las residencias de mayores nos afecta a todos, el paro que muchos padecen en plena vida laboral nos afecta a todos, la di ficultad de emancipación de los jóvenes nos afecta a todos,... No hay que olvidar que todas las generaciones son iguales, sólo se diferencian en las distintas respuestas que cada una puede dar a las mismas preguntas de siempre.

* Antropólogo

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