Opinión | paso a paso

La Corredera

Durante el siglo XVIII gobernó el monarca Felipe V, proclamado en 1700, se produjo la celebración por la paz con Gran Bretaña en 1749, la visita del embajador marroquí Sidi Hamed El Gacel en 1766, la predicación de fray Diego de Cádiz en 1786 o la tauromaquia celebrada debido a la visita de Carlos IV a la ciudad en 1796. Permítame querido lector que comience la de hoy con un pequeño ‘bocata di cardinale’ navideño con el que, si me lo permite, le obsequio en estas postrimerías del año. Los acontecimientos que se reseñan más arriba sucedieron en aquella gloriosa plaza nuestra de La Corredera. No fueron los únicos y le invito si también me lo permite a profundizar más en su historia. Pero lo que sí está claro es que este insigne enclave, distando pocos metros de la plaza de Las Tendillas, y formando parte natural, social y cultural del centro, se encuentra en una situación, por decirlo de la manera más leve, de laxo mantenimiento.

Pasear por La Corredera en estas noches navideñas, sobre todo si ve viene de las luces de Navidad del centro, es un ejercicio más propio del romanticismo gótico que de una fiesta de magia y alegría. Ya no solamente el mortecino alumbrado que le es propio todo el año, sino las pintadas, los desconchones y la suciedad. Sobra decir que los turistas que visiten estos días la ciudad y busquen tan ilustre plaza para visitarla, no sólo no encontraran la iluminación propia navideña que un enclave de esta localización y características se merece, sino que sentirán ese viento del abandono que tienen en demasiados casos los guetos. Cómo la habría descrito ahora Pio Baroja si la viera, que la hizo escenario en su obra ‘La feria de los discretos’. Aunque para discretos los planes de puesta en valor de La Corredera.

* Mediador y coach

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