Opinión | ENTRE VISILLOS

ROSALuque *

Jubilación activa

Puede haber mucha vida tras el retiro, y constantes casos lo demuestran

Ahora que se habla tanto del envejecimiento activo, que surgen tantas iniciativas para evitar que los mayores se ensimismen y se queden en sus casas muertos de asco, conviene recordar que hay jubilados y jubilados. Depende, claro está, de la personalidad de cada uno, pues hay jóvenes que llevan un viejo encima y ancianos marchosos; depende de cómo se ha encarado la existencia bajo la tiranía de la nómina y de cómo se la plantea uno ahora, pendiente de la subida de la pensión y los politiqueos que la rodean. Pero también tiene mucho que ver en eso de administrar los nuevos tiempos libres de responsabilidades laborales -aunque para muchos ser niñeros de los nietos se ha convertido en ocupación no remunerada- el tipo de trabajo que se haya tenido. No es lo mismo, pongamos por caso, haber construido canales y puentes, que no los vas a levantar luego en casa, que haberte dedicado a la investigación humanística, porque lo que es la otra, la de laboratorio, queda descartada, o casi, en el ámbito doméstico.

En este sentido, los periodistas llevamos ventaja. No porque puedas montarte un periódico, una tele o una emisora de radio en tu despachito particular, salvo que lo abras a ese universo infinito que es internet. Pero para eso no hay que ser periodista, lo hace cualquiera. Y hay tantos comunicadores profesionales y amateurs sueltos en medios digitales y redes sociales que antes o después acabarán implantando zonas de bajas emisiones para descontaminar el tráfico de opiniones y noticias verdaderas o falsas en la nube, igual que los astrónomos se afanan en la limpieza del cielo para poder controlar las galaxias. Si alguna ventaja tenemos los jubilatas del periodismo, por lo menos del periodismo escrito, es que podemos seguir escribiendo. En el que ha sido tu medio de toda la vida si te sigue reservando un hueco aunque ya no formes parte de su staff o por libre, dando rienda suelta a un talento de escritor que en estas circunstancias puede desarrollarse ya sin cortapisas de tiempo ni estrés. Ese es el caso de Paco Carrasco, Francisco Antonio Carrasco cuando ejerce de autor, ex jefe de sección de esta casa, que no hace mucho presentaba su última criatura literaria, un excelente libro de relatos editado por Berenice, ‘Los ídolos de bronce’ lo ha titulado, gestado en su mayor parte en horas de júbilo ganadas al reloj, ahora que va más lento.

Y es que este es tiempo de hacer lo que a uno le pida el cuerpo, o intentarlo al menos. Y es, sobre todo, tiempo de cosecha. Otros dos periodistas -perdonen por esta vez la endogamia, pero las cosas son como son- han visto estos días reconocida su trayectoria profesional y yo diría que hasta vital, porque es un oficio que se lleva en la sangre de por vida. Francisco Solano Márquez, maestro de periodistas recién reincorporado a estas páginas con la ilusión de un principiante, ha recibido el premio Hasdai Ibn Shaprut que otorga la Asociación de Comunicadores y Relaciones Públicas por «promover el conocimiento de la marca Córdoba», que él mima, hoy como siempre, en todos sus textos con auténtica pasión. Y Manuel Fernández, redactor jefe de Diario CÓRDOBA hasta su jubilación, ha obtenido el Córdoba de Periodismo, un más que merecido galardón que entregará la Asociación de la Prensa cordobesa a quien durante tres décadas la presidió. No por haberlo hecho con dignidad y sin molestar a nadie durante tantos años, que no es poco, sino por el inquebrantable activismo intelectual que sigue ejerciendo cada domingo desde la contraportada de este periódico y otros escenarios como el de su pueblo, Villaralto, del que es cronista oficial. Son formas, como cualquier otra, de llevar una meritoria jubilación activa.

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