Diario Córdoba

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Sebastián Muriel Gomar

tribuna abierta

Sebastián Muriel Gomar

Aprendices

La formación de cualquier profesional tiene que ir muy ligada a la práctica

El ámbito de la formación profesional fue, es y será determinante para un país. La amalgama de cualificados profesionales resulta, en mi opinión, una red eficaz y progresista que permite a un territorio avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más vertebrada, más democrática y con mayores índices de bienestar, en el presente y para el futuro. Cuando hablo de profesionales incluyo a todos los sectores, t o d o s: medios de comunicación, abogacía, fontanería, medicina, carpintería, maestros, electricistas, ingenieros de todo tipo, pintores, investigadores, mecánicos, albañiles, informáticos, peluqueros y esteticistas, notarios, administrativos, legisladores, empleados del hogar, chóferes, banqueros, directores de residencias de ancianos o caninas, etc. Excluyo a los profesionales de la política. Ya están los funcionarios.

La RAE define a un profesional como alguien que ejerce una profesión. Sin más. Creo que eso habría que modificarlo ya que cuando afirmamos que menganita es una profesional, queremos destacar su buen hacer, sus aciertos y su rica experiencia. Los matices, aparte de necesarios, aclaran. Por tanto, no se trata de que haya personas que ejerzan --algunos ejecutan-- su profesión, sino de que lo hagan bien. «Haz las cosas con jeito», con palabras de Luis Landero. La actividad de genuinos chapuceros desprestigia al sector, genera descontento y retrasa el progreso.

Desde hace años, en España, se comenta que los buenos profesionales están en extinción. Es cierto. Escasea la cantidad y la calidad. No hay relevo generacional y falta formación, sobre todo práctica. En particular, resulta preocupante la escasez de albañiles, fontaneros, electricistas, carpinteros, zapateros, pintores, informáticos, médicos y enfermeras... Por otra parte, se dice que tenemos los jóvenes más preparados de la historia, jóvenes cargados de títulos universitarios y de varios másteres que, si trabajan, ganan lo justo para vivir y no pueden planificar su futuro.

Algo se ha hecho mal, y probablemente lo seguimos haciendo, cuando España encabeza los índices de paro en Europa: según el INE, en el 2021, la tasa de paro entre los hombres menores de 25 años roza el 34%, la más alta de todos los países de la UE y superior al doble de la media, 16,5. Entre las mujeres es del 35,6 y ocupa el segundo lugar más alto, por debajo de Grecia, que padece un 40,9. Ambas, España y Grecia, por encina del doble de la media en la UE. Como reflexión, cito aquí algo que escribí en este mismo diario, allá por 1989: «Quizás, quizás, en lugar de democratizar la universidad nos hubiera ido mejor aristocratizar la formación profesional» que, en mi opinión, sigue con el sambenito de buena salida para alumnos de menor capacidad y de humilde procedencia. Estas perversas ideas que nunca desaparecieron del todo están detrás de ciertos estancamientos y fracasos personales y sociales. Los miedos sindicales a que alumnos en prácticas de FP quitaran puestos de trabajo a padres de familia, la picaresca del sector empresarial de aprovecharse de alumnos en prácticas fuera del curriculum, las tibias e indecisas políticas de Educación y Trabajo establecidas por las administraciones públicas, el enorme agujero negro de la economía sumergida facilitada por trabajadores y empresarios, el estigma social de que una FP es algo menor y propio de fracasados, la vigencia de una legislación rígida e inoperante --y otros factores más-- han llevado a buena parte de sectores del país a una situación crítica lesiva para todos. Debido a la escasez de ciertos profesionales y a la presencia de chapuceros aprovechados, España no avanza como debiera: por mala o casi nula planificación se crean listas enormes de parados, bolsas de pobreza y se frustran proyectos e ilusiones de los más jóvenes. Hemos perdido tiempo, dinero y ocasiones.

La formación de calidad es siempre un valor seguro con independencia del sector. Ahí están los MIR. Modelo eficaz, rentable y exigente. Mi propuesta es clara: la formación de cualquier profesional tiene que ir muy ligada a la práctica, a la realidad, a los problemas y soluciones que cada día se plantean en el tajo y, desde luego, el que quiera aprender tiene que dejarse guiar y aconsejar por la gente que sabe y, honradamente, está dispuesta a compartir. Ser joven no es un valor. Tener experiencia y conocer tu profesión, sí. Recuerdo que en los años 50 y 60 del siglo pasado los padres peleaban porque sus hijos ingresaran de aprendices con determinados profesionales, a los que se mostraban eternamente agradecidos si lo consentían. Sabían que su futuro estaba asegurado con un buen tutor albañil, pintor o carnicero. Hoy, las circunstancias han cambiado pero apuesto por la figura de un aprendiz actualizado en la Europa del siglo XXI. «A quien buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija». 

*Profesor jubilado

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