Opinión | TRIBUNA ABIERTA

El espíritu del rabilargo

No se sabe bien si los habitantes de Alcaracejos dieron su nombre a los pájaros o fue al revés

El rabilargo, rabuo o mojino es un córvido muy especial. Las últimas búsquedas ponen de manifiesto que no se sabe bien si los habitantes de Alcaracejos dieron nombre a los pájaros o fueron los pájaros los que dieron su nombre a las personas naturales de allí. Alcaracejos era terreno fronterizo con el señorío de Belalcázar y con el de Santa Eufemia. Su término era el finisterre de las Siete Villas. A los habitantes de tierras fronterizas se les llamaba mojinos, como allí habitaban los rabilargos, pájaros fronterizos, terminaron llamándose mojinos. La leyenda inversa dice que ante los ataques del señor de Santa Eufemia al lugar de los Alcaracejos para ampliar sus lindes y robar el ganado de la pobre gente que por allí vivía, siglo XV, los de Alcaracejos se defendieron con todo su vigor. Conocedores los de Santa Eufemia de que los rabilargos defienden su territorio en grupo y con mucha rabia, pudieron decir que los vecinos y vecinas de Alcaracejos se defendían como los pájaros mojinos. En esta segunda versión fueron los pájaros los que dieron el nombre a los habitantes. También sabemos que los rabilargos son pájaros muy gregarios a los que gusta vivir en comunidad, hasta tal punto que pueden ayudar, en ausencia de sus vecinos, a criar y a defender los pollos de estos. Sea como fuere ese espíritu de ayuda y de colaboración es lo que hemos podido ver este año --también en años anteriores-- en el Concurso de la Calle más navideña, en Los Coloquios 2023 y en el Día de la Matanza.

En el ornato de las calles navideñas, la colaboración vecinal se multiplica. Esa cooperación es la única explicación para que Alcaracejos luzca como un pueblo de cuento y fantasía. Las calles no se disfrazan, se engalanan de solidaridad, brillan como diamantes de colores y, en la visita, la concordia y el buen rollo se apoderan de tu corazón. Son inevitables las sonrisas y las sorpresas ante las formas conseguidas y los materiales utilizados. Es el espíritu del rabilargo el que habita por las calles impregnado del espíritu de la Navidad. Para expresar el resultado de Los Coloquios faltan palabras. Horas de ensayo y dedicación; un vestuario digno del Teatro Real; una iluminación que te conecta y te conduce a formar parte del escenario; un decorado excepcional; una música evocadora que te cautiva y te traslada desde los misterios de Belén a una pasada infancia empaquetada de melosos recuerdos; una burra terca y apacible que colabora como una actriz profesional; unos dromedarios majestuosos que nos dejaron boquiabiertos y atónitos... ¡Pero esto no puede estar pasando en Alcaracejos!, dijo una voz. Es el espíritu del rabilargo el que lo consigue, unido a la magia de la Navidad y al esfuerzo natural de la gente de por aquí, le respondió un eco verde en medio de la noche. El frío penetraba, pero los corazones estaban muy calientes al contemplar los ondulantes dromedarios que simulaban las olas del desierto convertidas en dunas caminantes. Allí estaban todos los visibles, pero estoy seguro que --al ser muchos-- algunos colaboradores no estuvieron presentes. No los vimos, pero su esfuerzo, su trabajo y su experiencia estuvieron allí. Gracias por el bello espectáculo.

En el Día de la Matanza la historia se repite. El pueblo vuelve a volcarse en mostrar de forma inequívoca su amor por la tradición y las buenas costumbres. La matanza del cerdo en Los Pedroches siempre fue la mejor medicina contra el hambre y la pobreza. Las matanzas eran fiestas familiares donde el espíritu del rabilargo, unión, defensa y ayuda, estaba muy presente. Familia, vecinos y amigos eran una piña ante el enorme trabajo de la jornada. Anochecido, morcillas, chorizos y salchichones colgaban de la chimenea. Lomos y jamones estaban perfectamente tratados y ubicados. Peroles, ollas, artesas, maquinillas, cuchillos, sartenes, platos y todo tipo de enseres, limpios y recogidos. La gente se volvía a su casa para asearse y vestirse de limpio y aún quedaba tiempo para tomar un pitarra y echar un rato de conversación al calor de la mesa camilla o del candelorio que hacíamos los chiquillos. Hoy la matanza en Alcaracejos es un día de celebración y de recuerdos en el que se muestra a los visitantes todos sus pormenores en vivo y en directo. Además de comer, se canta y se baila. Se compran y se venden artículos. Su majestad el cerdo es el omnipresente convertido en cultura, cuyo máximo punto es el museo, que cuenta amablemente todo lo que se relaciona con esta ancestral costumbre de la matanza. El espíritu del rabilargo entró por la puerta de Los Pedroches y alienta , emocionado, la ilusión de los mojinos. Que sea así por muchos años.

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