El ruido que genera el exceso de noticias y la gravedad de algunas de ellas hace que se vaya perdiendo la capacidad para hacer un análisis y tener una visión más clara de la realidad. Estamos inmersos en un bucle de información e histeria que hace que no sepamos realmente lo que está ocurriendo, lo que nos lleva a aquel diagnóstico contradictorio que Ortega aplicaba a su propio y convulso tiempo: el problema de lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. 

Desde un punto de vista económico, y centrándonos en la economía española, lo que nos pasa se puede definir en cuatro grandes titulares. El primero es que la economía española crece a un ritmo del entorno del 5%, recuperando parte del terreno perdido en 2020, pero sin llegar a alcanzarlo. Hasta finales del año 2023 no alcanzaremos los niveles prepandemia.

El segundo es que una parte de este crecimiento es fruto de la mayor expansión fiscal de nuestra historia reciente, pues el déficit público fue superior al 11% sobre PIB en 2020, al 8% en 2021 y estará en el 6%. Una expansión conjugada por la mayor expansión monetaria conocida en tiempos de paz, con tipos de interés en el entorno del cero.

El tercer titular es que, aunque parezca un éxito la vuelta a niveles de empleo similares a los de 2019, seguimos teniendo 3 millones de parados, con una tasa de paro por encima del 13,3%, y que una parte muy importante de la creación de puestos de trabajo se ha debido a la expansión del sector público (casi 300.000 puestos de trabajo en dos años).

La economía española va a seguir creciendo, aunque menos de lo previsto

El cuarto titular es que la economía española está viviendo tensiones inflacionistas por primera vez en una generación, pues el IPC general subió por encima del 7% en el último mes, mientras que la inflación subyacente, que mide los precios sin la energía y otros bienes y servicios con altas fluctuaciones de precios, está en el 3%.

En definitiva, la economía española crece, con desequilibrios en sus cuentas públicas y dopada monetariamente, manteniendo una alta tasa de paro y con tensiones inflacionistas. Está, pues, en una situación compleja.

Porque si una parte de las cifras se debe indudablemente a la pandemia de coronavirus, aún no terminada (no se puede dar por finalizada con las tasas de fallecidos), pero ya aceptada, hay incertidumbres en el horizonte lo suficientemente graves como para temer un deterioro de la situación. Incertidumbres que ya se están descontando y que serán significativas. Y es que la agresión de Rusia a Ucrania y las medidas que los países occidentales están tomando generan dinámicas que tendrán consecuencias profundas, por lo que más que hablar de cómo será la economía postpandemia, casi habría que incluir ya los aprendizajes que, en tres semanas, nos ha dado el presidente ruso.

Teniendo esto en cuenta, ¿cómo evolucionará la economía española, y, con ella, la cordobesa en los próximos meses? También cuatro trazos para sintetizar mi opinión.

El primero es que la economía española va a seguir creciendo, posiblemente menos de lo previsto (en el entorno del 4,8%), porque si bien el bloqueo económico a Rusia no afecta significativamente a la economía española (menos del 1% de nuestros intercambios exteriores), sí lo hará con las economías centrales de Europa de las que somos tan dependientes.

El segundo es que, a pesar de que el déficit público es un problema y el español lo es doblemente porque tiene una componente estructural alta (más del 3%), la expansión fiscal se va a mantener. Más aún tras el baño de realidad política que el presidente ruso está dando a los muy ingenuos gobiernos europeos. A partir de ahora, la seguridad en todos los sentidos (sanitaria, militar, energética, etcétera) importará, lo que determinará una fuerte expansión de los gastos públicos europeos. La cuestión será cómo se financian.

El tercero es que, a pesar de la volatilidad del entorno, el mercado de trabajo mejorará ligeramente, especialmente porque la percepción del fin de la pandemia y la situación en el Este harán que haya un mayor flujo de turismo hacia España, lo que redundará en menores tasas de paro, al tiempo que se compensará el deterioro que los precios de la energía está produciendo en nuestra balanza de pagos.

Y, finalmente, la inflación seguirá alta, aunque empezará a moderarse, a medida que pase el grueso de la demanda de invierno y se ajuste el mercado de petróleo y gas. De cualquier forma, las tensiones inflacionistas serán relativamente persistentes en los próximos meses, para moderarse a finales de año.

Lo vivido en la pandemia y la consciencia del peligro que supone una potencia militar como Rusia en nuestras fronteras va a condicionar mucho nuestro futuro económico. Podemos hablar, pues, de una economía postpandemia y posPutin, diferente a la de hace dos años. 

(*) Profesor de Economía en la Universidad Loyola