Querida Córdoba, toda Córdoba: permíteme un carta de despedida como rector de la Universidad Loyola, pues como parte activa de ti, espero estar otros muchos años.
Como sabes, hace quince años me hice cargo de un gran legado. Del legado de personas como Jaime Loring, Vicente Theotonio, Adolfo Rodero, Manuel Cabanes, Jesús Ramírez... el enorme José Juan Romero, Manuel Delgado, Carmen Barroso, Paco Amador, López-Caballero, Porras, Retenaga, ... y tantos otros. Un legado de excelente docencia, de dedicación, de sensibilidad social, de compromiso. Un legado de servicio a ti y a tu ciudadanía, pues la Córdoba del siglo XX no se puede explicar sin ETEA y su gente. Un legado inmenso.
Para hacer honor a ese legado, para seguir estando a tu servicio, es por lo que transformamos ETEA en la Universidad Loyola. Porque la creación de Loyola respondió, y sigue respondiendo, a los mismos retos que tuvo ETEA: ofrecer en Córdoba, ofrecer a Córdoba, ofrecerte, una oferta universitaria única, novedosa en el catálogo, innovadora en lo pedagógico, internacional, emprendedora, comprometida con la ciudad, abierta al mundo, ... jesuita.
Loyola, como sabes, nació hace diez años. Y en esos diez años se ha convertido, como ya lo fue ETEA en su tiempo, en una de las mejores universidades de España, pues Loyola está entre las mejores en rendimiento académico, internacionalización, empleabilidad, investigación. En diez años, Loyola se ha convertido en una universidad de calidad contrastada.
Una universidad de la que puedes estar orgullosa, pues nació de ti, es hija tuya. En ti, en el campus del Parque Cruz Conde, se concibió y se hizo el proyecto; de ti hemos salido las personas que hemos pilotado esta aventura; en ti se hicieron las primeras inversiones y se probaron los primeros sistemas; desde ti hemos proyectado nuestro legado hacia Andalucía y hacia el mundo.
Querida Córdoba, muchas veces, tu inmenso pasado, tu senequismo silencioso, tu altivez callada te impide ver y celebrar lo que eres hoy, lo que tienes. Y entre otras cosas, tienes una oferta universitaria que pocas ciudades españolas tienen, pues tienes una magnífica universidad pública y una excelente universidad privada. Levantas envidias de otras ciudades más grandes (alguna cercana) y no eres consciente.
Como no eres consciente, Córdoba, de que todo lo hecho no hubiera sido posible sin ti. No sólo por el trabajo de los que se dan generosamente todos los días en el campus, sino sin tu apoyo como ciudad. Tuyo y de tus hijos e hijas. Sin los alcaldes que has tenido en los últimos años, sin José Antonio Nieto, Isabel Ambrosio y José María Bellido, sin referentes políticos como Juan Pablo Durán, Salvador Fuentes o Antonio Repullo, sin líderes empresariales como Luis Carreto, María Dolores Jiménez, Ignacio Fernández de Mesa o Antonio Díaz, sin el Diario CÓRDOBA (gracias Paco Luis, gracias Rafa), sin tus medios, sin los antiguos alumnos de ETEA (Alfonso Castilla, Quique Sanmiguel, ...), sin don Manuel Pérez Moya o Antonio Llamas, sin Luis Maya o el Chache, sin las más de mil familias que cada año nos confían sus hijos y las más de quinientas empresas e instituciones que acogen a nuestros estudiantes en prácticas, nada hubiera sido como es. Sin ti, Córdoba, posiblemente Loyola existiría, pero estoy seguro de que no sería lo que es.
Como yo no sería el que soy. No soy cordobés de nacimiento, pero lo soy de raíces, pues me trasplantaron joven, como lo soy de afectos y de corazón: en Córdoba amo, a Córdoba amo. Sin ti, Córdoba, no podría ni siquiera explicarme a mí mismo.
Querida Córdoba, quince años después de recoger un legado de gigantes que aún honras, doce después de construir otro, doy paso a otros que lo continuarán y lo harán más grande, que lo llevarán a nuevas cotas, que harán que sigas sintiéndote orgullosa de una institución hija tuya, de la Universidad Loyola.
Querida Córdoba, sencillamente, gracias. Con la alegría del deber cumplido a tu servicio y, desde ti, al mundo, recibe el abrazo inmenso y agradecido que me gustaría darle a todos los cordobeses.
* Rector