Desde que Shakespeare, inspirándose en un cuento de Mateo Bandello, inmortalizara en verso la tragedia amorosa de Romeo y Julieta, miembros de dos familias enfrentadas en la Verona renacentista, la obra literaria ha tenido innumerables representaciones escénicas -incluso ópera- y varias versiones cinematográficas. La última se está exhibiendo en España actualmente.

Siguiendo al pie de la letra el texto teatral la pareja de Leslie Howard y Norma Shearer fueron los aplaudidos intérpretes del primer filme que se realizó sobre los desdichados amantes que, en 1954, reaparecieron en la pantalla gracias a una película de Renato Castellani de gran belleza formal y cuidadísima ambientación. Con el mismo rigor en la escenografía, pero en versión más libre, hallamos en 1968 la obra cinematográfica de Franco Zeffirelli.

Posteriormente, con base más o menos remota en la tragedia shakesperiana, otras filmaciones, iterando el rencor que se tenían Montescos y Capuletos, han actualizado a Romeo y Julieta. En España, recordamos una película de Saura donde dos clanes gitanos reviven la amorosa tragedia que, en los USA, con morfología de musical, resurgió con gran éxito, exponiendo los enfrentamientos neoyorquinos de pandilleros europeos y portorriqueños. La famosa cinta -West Side Story- acaba de tener un revival dirigido por el laureado Steven Spielberg, que está obteniendo menos beneficios de los esperados, consecuencia, tal vez, del escándalo sentimental que ha afectado al protagonista. A lo que se ha sumado la división de los críticos, ya que abundan los que creen innecesaria, no obstante sus cualidades técnicas, la nueva realización ya que la de 1961 es un clásico que conserva intactos y jugosos los valores que la llevaron a la fama internacional.

Nosotros, escapándonos del terreno estrictamente cinéfilo, hemos retornado a la idea que nos ronda cuando volvemos a encontrarnos con el Romeo y Julieta del dramaturgo inglés, que siempre nos ha parecido una obra de subido romanticismo con un desenlace excesivamente truculento, artificioso e irreal,

Lo sobredicho, en el párrafo anterior, no sucede en el precedente español; es decir, en los rebozados amores de Calisto y Melibea que transitan por ‘La Celestina’, tragicomedia de Fernando de Rojas, la cual pensamos que supera al texto de Shakespeare porque la acción se desarrolla con un realismo estricto, en el que no cabe la referida truculencia, que se aloja en lo imposible; porque el antagonismo familiar que atosiga a los amantes españoles nace de una situación que, aún siendo injusta y despreciativa del libre albedrío, tenía hondas raíces sociales, raramente sangrientas, como fue la existente entre los cristianos viejos (a los que pertenecía Melibea) y los judíos conversos (la familia de Calisto); porque la peripecia de los amantes españoles culmina en un accidente mortal y un suicidio, sucesos deplorables pero menos ficticios que los enrevesados aconteceres que finalizan la tragedia shakesperiana de los jóvenes italianos.

A todo lo anterior cabe añadir que «la más alta obra del ingenio hispano de no haber existido el Quijote», además de la pareja protagonista, cuenta con otra intérprete de gran fuste: la Celestina, alcahueta, trotaconventos que Ramiro de Maeztu consideraba nada menos que la encarnación de la infusa sabiduría popular y que, con Don Quijote y Don Juan, forman la gran trilogía de personajes que enaltecen la literatura hispana.

* Escritor