Turquía es uno de los países más bellos y enigmáticos que he visitado. Estambul, su capital, una ciudad extraordinaria que emana cultura romana y otomana en cada una de sus calles, palacios, y mezquitas; envuelta en olores de especias, perfumes y cuero, moviéndose entre la tradición del islam y las libertades humanas. Era el año 2003 cuando encontré una ciudad de convivencia ambivalente, una sociedad que se orientaba a través del padre fundador de la República Turca, Mustafá Kemal Atatürk, con unos márgenes de libertad, sobre todo para la mujer, muy valorados. Pero llegados al actual presidente Recep Tayyip Erdogan, las cosas han cambiado de manera preocupante en la sociedad turca, un retroceso de los derechos humanos, impuesto por el presidencialista y autoritario Erdogan, ha llevado al país a una dictadura camuflada con ínfulas de querer pertenecer a la Unión Europea. La mujer ha perdido su autonomía, periodistas y disidentes son arrestados o expulsados del país. Cuando el pasado día 17 al ver en la prensa a Pedro Sánchez llamarle amigo Erdogán por su buena relación personal y política, se me cayeron los esquemas en lo que se entiende una postura coherente de nuestro presidente.

Todo ese politiqueo se contrapone con lo que se supone que es el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, cuya inversión económica ha aumentado considerablemente. Directores generales disponen de altos sueldos para poder trabajar con holgada motivación. También en los gastos está contemplado la instrucción de una semántica inclusiva, haciéndonos entender que cada sustantivo tiene tres géneros -¡una innovación!-. Pero lo cierto es que no se ha conseguido erradicar la violencia que se ejerce en la mujer, más aún, ha aumentado de manera exponencial con respecto al año anterior; no se han equiparado los sueldos en un mismo trabajo, ni se han construido las guarderías que hacen falta para los niños que no están en edad escolar, ni se han creado viviendas suficientes para aquellas mujeres que tienen su vida amenazada. Si un presidente de gobierno apuesta por crear un ministerio exclusivo como es el de Igualdad es porque valora la necesidad de su creación. Pero la realidad es que el presidente Sánchez flirtea con el homófobo y machista Erdogan trasmitiendo incomodidad y rechazo, a esto hay que añadir que la señora Montero, en las últimas comparecencias, se dispersa con una verborrea reiterativa y llena de eslóganes de derechos y de reafirmaciones, pero no habla de lo que no se ha conseguido.

El Ministerio de Igualdad debería orientarse y ahondar en los derechos humanos apostando por los valores que se posicionan en nuestra Constitución, es una manera de no perder la linde de la realidad y la coherencia. Estos derechos inalienables tienen la suficiente solvencia para conseguir sus objetivos. Pero hay que trabajar y crear leyes que se apliquen sin dilación a todos los delincuentes, asesinos y homófobos que ejercen la violencia, sea en el ámbito y el sexo que sea. Pero tampoco hay que olvidar la otra lacra silenciada, el estrés permanente que sufren gentiles hombres por la duda que ejerce la justicia sobre ellos, ante amenazas de denuncias basadas en sicologías manipuladas de mujeres con fines espurios. Ellos viven con temor y con bajísima autoestima. Sería de justicia su inclusión en derechos y en igualdad.

*Pintora y profesora