Algunos seres vivos practican el mimetismo, al adquirir formas o colores que los asemejan a otros. Así consiguen diversos objetivos, como pasar inadvertidos, bien para protegerse de un depredador o bien para actuar como tal. La primera vez que estudié con cierta profundidad esta propiedad fue cuando en Preuniversitario en la asignatura de Biología el profesor formó grupos a los que asignaba un tema que debíamos explicar en clase. En el que nos tocó a nosotros estaba integrado el mimetismo dentro de otros aspectos de ciertos comportamientos de los seres vivos. Si preguntamos por ejemplos de mimetismo, la mayoría citará el del camaleón, capaz de cambiar de color. Claro que en este caso también existe el adjetivo camaleónico, susceptible de ser aplicado a una persona o a un comportamiento, y que el diccionario define como la habilidad para cambiar de actitud o de conducta, pero eso sí, adoptando siempre la más ventajosa.

Igual que la biología no acepta la teoría de la generación espontánea, en el campo de la historia tratamos de buscar explicaciones (nunca justificaciones) a los comportamientos sociales, de modo que sirvan para ofrecer una interpretación de los hechos. En la vida política española una de las cuestiones llamativas de los últimos años ha sido el crecimiento de la ultraderecha, presente con un grupo parlamentario numeroso en el Congreso, además de en algunos parlamentos autonómicos, como el andaluz, así como en ayuntamientos. Como se ha repetido con frecuencia, hasta ahora ese voto iba al Partido Popular, y de hecho Abascal procede de dicho partido. Pero la cuestión que me gustaría resaltar hoy es que esas posiciones ultraderechistas en muchos casos han practicado el mimetismo, se han ocultado, no sé si por miedo en el inicio de la Transición o como consecuencia de una estrategia política. Un ejemplo lo pudimos ver este verano con las declaraciones de un exministro de la UCD de Adolfo Suárez, Ignacio Camuñas, cuando culpaba a la República del golpe de estado de 1936. El citado personaje, junto con antiguos militantes de UCD, participó en el acto fundacional de Vox, ocupó un cargo relevante, si bien luego abandonó el partido. Pero más allá del caso particular, lo que hechos de esas características demuestran es que las posiciones defensoras del franquismo no desaparecieron, sus seguidores practicaban mimetismo dentro de formaciones políticas que se definían como democráticas y que apostaban por la salida de la dictadura. Conocemos algunos trabajos que nos hablan acerca de la pervivencia de cargos públicos de la dictadura que se mantuvieron en los mismos, pero existe luego todo un conjunto de ciudadanos sin relevancia pública que nunca se convencieron de los principios democráticos, muchos de ellos son los que ahora abandonan su posición camaleónica dentro del PP para dar la cara a favor de la ultraderecha, que por supuesto al encontrar ese respaldo social se siente crecida y capaz de arremeter contra los oponentes políticos con las maneras que lo hace en el Congreso de los Diputados, para vergüenza de cualquier demócrata de derechas. Por ello no resulta aceptable la posición de beneplácito de los populares con respecto a la ultraderecha, en Madrid de forma clara o en Andalucía de manera encubierta.

No quiero acabar sin referirme a otra forma de mimetismo, la de algunas fuerzas políticas que se autodenominan constitucionalistas, como es el caso del PP, y sin embargo incumple de manera flagrante la Constitución con su actitud negativa a la renovación de órganos constitucionales. De acuerdo con la definición de camaleónico citada al principio, el PP se adapta a él a la perfección, y solo cambiará cuando encuentre alguna nueva situación ventajosa. Lo que sí sería deseable es que alguna vez los ciudadanos le pasaran factura.

* Historiador