Manuel Ángel Jiménez es un magnífico fotógrafo que viene de familia de fotógrafos: su padre fue Pepe Jiménez, quien, cuando lo encontrabas, te ponía al día con gracia de todo lo que ocurría en Córdoba en cinco minutos… Los hermanos de Manuel Ángel, José María y Jesús, son también grandes fotógrafos, y todos ellos me han fotografiado siempre de modo desinteresado. Manuel Ángel es cantautor. Y posee una enorme formación cinematográfica: es de esas personas que pasan el día en la benemérita Filmoteca, uno de los escasos reductos de cultura que nos quedan en Córdoba, regida por la mano de Pablo García Casado. Siempre me ha extrañado que Manuel Ángel, con sus conocimientos y su pasión por el cine, no sea profesor en el Grado de Cine de nuestra Facultad de Filosofía y Letras…

Manuel Ángel es un artista completo donde los haya. Y quiero contar una anécdota, confiando en que no se malinterprete, porque de veras que no hay asomo de protagonismo por mi parte: Manuel Ángel fue concejal de cultura en nuestro Ayuntamiento, y dirigía la programación del Gran Teatro -dejó una gran colección de fotografías en color de los actos, llenas de su creatividad-. Y me sorprendió lo receptivo que fue a las sugerencias que le hice, como persona de tropa, desde abajo. Le sugerí traer a María del Mar Bonet dos ocasiones. A Jordi Savall. A Georges Moustaki, dos ocasiones. Y anualmente a Els Joglars, que para mí ha sido el mejor grupo de teatro que a nivel internacional ha habido nunca: y para contratarlos, como le sugerí, bastaba saber cuándo iban a actuar en el bellísimo Teatro Lope de Vega de Sevilla, y hacer que bajaran en la anterior parada de AVE…

Pues bien: recuerdo que había gente de la cultura, a la que comentamos estas ideas, que decían que el Gran Teatro iba a estar vacío, que en Córdoba solo gustaban las chirigotas de carnaval y el flamenco… Y, sin embargo, el Gran Teatro se vino abajo, lleno hasta la bola. Incluso la segunda actuación de Moustaki, que coincidió con un partido de la selección española en el mundial de fútbol, fue un lleno completo, y el cantautor francés iba dando noticias del partido entre canción y canción… acabamos bailando todos en el patio de butacas al son de sus hermosas canciones.

¿A qué viene esto? Muy sencillo: creo que una ciudad como Córdoba, cuyo turismo es sobre todo cultural, se merece una mejor gestión en este sentido por parte de los organismos oficiales, y lo digo con la mejor de mis intenciones y sin atacar a nadie. En nuestra ciudad, cuando los actos lo merecen, la gente se vuelca con ellos, según he indicado antes, y a ello venía la anécdota indicada. Pero seamos sinceros: la programación del Gran Teatro es inane. Perdimos la colección de Pilar Citoler. Solo nos quedan las piedras, benditas piedras… Y nos queda la filmoteca, con suerte… Solo se presta atención anualmente al Festival de la Guitarra.

Y sugiero: ¿Por qué no hacer lo que hicimos con Els Joglars y aprovechar los ciclos de música clásica del Festival de Granada, en verano? ¿Y los muchos festivales de música clásica que hay en Sevilla, que tiene una espléndida filarmónica, y el Teatro de la Maestranza? Tenemos ahí el Alcázar de los Reyes Cristianos, que es un lugar espléndido para estos actos… Si se controlan los ruidos de las dichosas motos, es un escenario ideal para la música. He reiterado que somos testigos de un mundo que desaparece, culturalmente. Y debemos rebelarnos contra ello.

Os cuento otra anécdota. Cuando era muy joven visité Ginebra. Encontré una librería de viejo impresionante, con un almacén subterráneo que ocupaba, lleno de libros, toda una extensa manzana… Volví a Ginebra hace unos años, a presentar en su universidad una novela mía. Y busqué esa librería. La encontré: se había convertido en un pequeño recinto, eso sí exquisito, con libros solo ya de gran precio. Y, con ironía, quizás quien fuera el hijo del librero a que antes me refería, la llamó Librairie du Temps Perdu… Librería del Tiempo Perdido… Por eso creo que muchos de nosotros somos, culturalmente, tan solo ya testigos de un tiempo perdido… Adoro el siglo XXI con sus avances y su rica información. Pero culturalmente me quedo con nuestra época… El tiempo perdido…

Y quizás, poco a poco, seremos tan solo una instantánea de las bellísimas que fija Manuel Ángel, que es para mí un ejemplo de desinteresada pasión por la cultura. La de ese tiempo perdido.