Unas elecciones primarias son aquellas en las que los afiliados y afiliadas a un partido político se encargan de seleccionar, mediante el voto individual, libre, directo y secreto, al candidato o candidata que dicho partido presenta a un proceso electoral en el que el conjunto de la ciudadanía decidirá sobre quiénes han de ocupar determinados cargos públicos. Es por ello que, cuando un partido inicia un proceso de primarias, no está poniendo en marcha un debate interno sobre ideas y programas, sino sobre personas.

Utilizando una comparación que bien pudiera servir, si un proceso de primarias se asimilase a un proceso de selección de personal para ocupar un puesto directivo en una empresa, no se estaría pretendiendo a través del mismo cambios en la identidad de la propia empresa ni en sus políticas de actuación ni en los objetivos marcados por la misma, sino que, precisamente, se estará pretendiendo simplemente colocar al frente de la dirección a la persona que mejor pudiese consolidar esa identidad corporativa, mejor pudiese llevar a cabo las políticas empresariales ya marcadas y mejor garantizase la consecución de los objetivos ya previstos.

Esta reflexión viene al paso del momento en el que está inmerso el PSOE de Andalucía en su propósito de seleccionar, mediante primarias, a la persona que ocupará la candidatura socialista a la presidencia de la Junta de Andalucía. Y también quiere esta reflexión salir al paso de los posibles errores en los que ni candidatos ni afiliados deberían caer durante este proceso de primarias.

Sería un error no ver que un proceso de primarias es un debate exclusivamente sobre personas y sobre sus capacidades para cumplir un encargo que el partido les requiere. Consecuentemente, los que han de mantener ese debate han de ser los propios militantes, no los candidatos. En realidad, los candidatos a unas primarias son el objeto del debate y no los sujetos del mismo.

Se estaría equivocando quien dijera al respecto que hay que hablar de política más allá de los nombres propios, es decir, obviando el verdadero debate de estas primarias, que no es otro que el que trata sobre la idoneidad de las personas que optan a ser cabeza de lista del PSOE en las próximas elecciones autonómicas. Y para evaluar esa idoneidad solo cabe como criterio considerar cuál de los candidatos tiene el mejor perfil personal para concitar, no ya el voto de la militancia –que se presume tenerlo garantizado–, sino el voto mayoritario de los no militantes, es decir, del conjunto del electorado.

Se está equivocando quien dice que los candidatos en estas primarias del PSOE de Andalucía tienen que contrastar propuestas que no estilos, por ejemplo, sobre cómo se pretenden construir nuevos modelos de convivencia o de cómo se puede reforzar el estado del bienestar. Porque quien dice esto está dando a entender de manera nada responsable algo que no es verdad: que el PSOE de Andalucía carece, como partido, de propuestas definidas sobre estos temas y está a los vaivenes de quien en un momento u otro pueda ocupar la presidencia de la Junta de Andalucía. Porque quien dice esto pareciera desconocer que el PSOE de Andalucía tiene sus debates ideológicos y programáticos en sus congresos orgánicos, no en las primarias.

Sería un error convertir estas primarias en otra cosa distinta a unas primarias y traer a ellas un debate que solo corresponderá durante el proceso congresual de finales de año en el que el PSOE de Andalucía podrá llevar a cabo su necesaria renovación orgánica, aprobar sus resoluciones programáticas y actualizar sus estatutos regionales. Sería un error porque se correría el riesgo de convertir en fallidos tanto este proceso de primarias, con la consecuente pérdida de las elecciones, como el previsto proceso congresual.

Estará equivocado quien defienda una concreta candidatura en primarias desde un planteamiento de confrontación y no de confluencia, descalificando las opciones distintas a la propia y cuestionando la democracia interna de las primarias. Porque la realidad ha demostrado que, en las primarias del PSOE, la soberanía del partido reside en la militancia, bajo el principio democrático de “un militante, un voto”, no en los cargos orgánicos del mismo. Así se vio en aquellas primarias en las que, desde la organización federal del PSOE constituida en comisión gestora y el llamado “aparato” del partido se apoyó a la candidata “oficialista”, que era Susana Díaz, y, sin embargo, la militancia con su voto hizo secretario general, contra pronóstico, a Pedro Sánchez.

Sería un error hacer de estas primarias un debate sobre proyectos personales en el seno del socialismo andaluz y no ver que solo hay un único proyecto colectivo en el PSOE andaluz, para el que la militancia ha de designar a quien lo pilote y consiga concitar la confianza del electorado en torno a las siglas del partido al que representa.

Sería un error que los afiliados socialistas no tuvieran en cuenta en estas primarias el requisito imprescindible que ha de reunir quien opte a presidir la Junta de Andalucía bajo las siglas del PSOE: que lidere la candidatura de la ciudadanía andaluza y pueda, además de ganar las elecciones, conseguir conformar una mayoría parlamentaria suficiente para que el PSOE vuelva a gobernar en Andalucía. Ahí y solo ahí debería estar el debate.

* Militante socialista