Corre por las redes un artículo del Dr. Manuel Posso que me ha impactado porque reflexiona sobre el tema de los «nuevos viejos» --esa expresión es mía--, como si lo hiciera yo mismo. Vengo observando desde hace tiempo que están desapareciendo los viejos sexagenarios. La nueva generación que va de los 60 a 70 ha cambiado y espero que ya los profesores de psicología estén haciendo tesis sobre estos cambios significativos, y si no ya empezarán a hacerlas. Todo empezó para mí un día en que leí un reportaje de unos investigadores de Harvard que decían para sorpresa de todos, que la edad mental más madura y perfecta es la de personas --se referían a médicos, profesores y ejecutivos, entre otros-- que están entre los 60 y 70 años. A estos le seguían los de 70 a 80. Me quedé maravillado, porque en el tercer grupo ya estaban los de edades comprendidas entre 50 a 60 y en el cuarto grupo los de 40 a 50 y así sucesivamente para atrás. Aquella idea me dejó impactado y empecé a comprender, basándome en mi propia experiencia, que eran verdades absolutas.

Ahora llega la ola de otro concepto, el de la sexalescencia, que identifica a un grupo de adultos de 60 o más años. El Dr. Posso los describe como hombres y mujeres que manejan las nuevas tecnologías, modernos, progresistas, con ganas de disfrutar de la vida, aprender, colaborar con la sociedad, viajar, conocer gente nueva, y ser dueños de su destino, renunciando a la ubicación de personas de la tercera edad. Esta generación --en la que me encuentro y con la que me identifico-- ha echado fuera del idioma la palabra «sexagenario», sencillamente porque no tiene entre sus planes la posibilidad de envejecer. Esta novedad demográfica ya deberían de estar estudiándola los especialistas porque es la única salida que nos espera para ser felices. Recuerdo cuando personas de mi edad se reunían en los club de mayores, recién jubiladas, a jugar a las cartas y esperar tranquilamente a la muerte. Nunca hay que esperarla, que llegue cuando quiera, pues ella es como las musas, que nos deben pillar trabajando para que podamos escribir buenos poemas. Hay que luchar contra ella.

La sociedad está deseosa de que nos jubilemos cuando se da la paradoja que muchos de los que gobiernan son muy ancianos y no pasa absolutamente nada. En muchas universidades estatales no dan posibilidad de entrar después de los 38 años. Es decir no necesitan sabiduría, sino que deben esperar que los nuevos se hagan viejos y sabios. No obstante, hay universidades privadas, y trabajo en una de ellas, que precisamente lo que valoran es la experiencia, el conocimiento y la sabiduría, y en ellas entran viejos y jóvenes con conocimientos y preparación. Si el nombre de adolescencia surgió en el siglo XX, ahora aparece el de la sexalescencia, gente feliz con su suerte, que disfruta en plenitud cada uno de sus días, porque si en otros tiempo eran viejos ahora están estrenando una edad que casi no tiene nombre y viven plenos física e intelectualmente, y cuando recuerdan su juventud lo hacen sin nostalgias, porque son felices y aceptan con alegría lo que son.

* Escritor y periodista