Diario Córdoba

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Antonio Rodríguez Jiménez

TRIBUNA ABIERTA

Antonio Rodríguez Jiménez

La guerra y la cultura

Los teatros, orquestas y museos se han difuminado bajo las sirenas y bombas que lo destruyen todo

Putin está dejando a Hitler en la parte más alta del infierno, donde las llamas no queman tanto. El atropello que Rusia y Putin están haciendo en Ucrania no tiene nombre. Ayer vi un reportaje televisivo, de hace dos años y se observa una Rusia próspera y bella. La gente dice adorar a Putin. Unos lo califican de inteligente, otros, de salvador de Rusia. Muchos lo valoran «porque ellos necesitan mano dura». Un par de homosexuales fueron los únicos que lo definieron correctamente, azotados por la persecución sistemática que tienen allí. Para los demás, es adorable. Hasta Chechenia, que la destruyó al cien por cien, es la región que más lo vota. Ellos siguen adorándolo en su ignorancia ciega. Como le ha cortado las comunicaciones el pueblo desconoce el genocidio tan cruel, tan desalmado, tan asesino que ha creado en Ucrania. Cuatro millones de personas han huido, y a 400.000 los han obligado a entrar en Rusia, como cuando Hitler se llevaba a los judíos a los campos de exterminio.

Ucrania es también eso, otro campo de exterminio, donde las bombas caen en edificios de civiles y mueren mujeres, niños, ancianos y hasta embarazadas, al margen de cientos de soldados. La gente llora cuando llega a Polonia o Rumanía y el mundo se cruza de brazos esperando que negocien algo innegociable para Putin. Todo es mentira. Nunca se vio en la historia de la Humanidad a un ser tan abyecto, tan loco, tan asesino, pero su gente lo adora porque no tienen Facebook, porque la televisión es la voz de su amo. Los soldados fueron engañados para invadir Ucrania. Antes la CNN de EEUU nos informaba, en su edición de español, bajo el título de «Invasión de Rusia a Ucrania», pero ahora informan diciendo «La guerra de Rusia en Ucrania». Europa está aterrada, más que por la muerte y la acogida de ucranianos, por la pérdida del gas y petróleo ruso. Y a la cabeza está el canciller de Alemania, cobarde y huidizo. Inglaterra saca pecho pero no hace nada. EEUU tiene miedo y amenaza nada menos que a China. Francia hace un papel mediocre de mediador inútil. A mis conciudadanos europeos solo les preocupa el gas y el petróleo y le financian la guerra a Putin. Zelensky, desesperado, pide auxilio a todos los países y todos le aplauden, pero la ayuda es solo humanitaria y a veces se queda en el camino.

Las bombas han silenciado teatros, orquestas, museos, cultura y amenazan el teatro de la orquesta de Odessa, una de las mejores del mundo. Los músicos han cambiado los violines por fusiles y el bestia de Goliat sigue derramando la sangre de este pueblo bravo que difícilmente podrá vencer la amenaza de cientos de miles de soldados, de tanques, de bombas, de cohetes mortíferos. Así concibe el «santo Putin», que tanto quieren los suyos, la unidad de la Vieja Unión Soviética, a través del crimen. Pronto le tocará a Moldavia, a Polonia, a Rumanía, a Suecia, a Noruega, a Estonia, a Hungría, y conquistará de nuevo los Balcanes. Muy pocos rusos saben lo que está haciendo su «amado jefe» en Ucrania. El mundo se horroriza, la ONU condena de brazos cruzados. Biden piensa en su economía. Todos tienen miedo y permiten que acaben con un pueblo de 47 millones de habitantes. En México no pasa nada porque estar a tantos kilómetros le da garantía. Ya no se acuerda de las invasiones de españoles en busca de oro, de franceses en dos ocasiones, el robo de medio país de territorios petroleros por parte de EEUU. Y España ha caído en la locura ofendiendo a Argelia en momentos tan delicados, pues se quedará sin su suministrador de gas. Se vive una demencia colectiva y todos piensan en el dinero. Cuando caigan las bombas atómicas no habrá un rincón en la tierra donde esconderse. Da tanta pena ver en su pantalla al presidente de Ucrania rogando a la OTAN y a EEUU... Vivimos en el mundo que nos merecemos, en el miedo y el terror de las películas, al borde de la tercera guerra mundial. Ahora vendrán las hambrunas y la cultura ya se ha difuminado bajo el silencio ruidoso de sirenas y bombas que lo destruyen todo.

* Escritor y periodista

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