Nuestro país propende al ditirambo fúnebre. Apenas dobla la servilleta el personaje se multiplican los coros laudatorios que raramente escuchó cuando anduvo por la vida. Así ha acontecido, también, con Fraga Iribarne. Desde marzo de 1977 --entonces criticamos por primera vez su huracanada manera de comportarse--, hemos mostrado que nunca fue político de nuestra devoción. Lo que no quita el reconocimiento de su capacidad de trabajo, su honradez personal o el acierto que tuvo fomentando la red de paradores turísticos cuando fue ministro con Franco. Pero se nos atraganta que lo consideren, como viene sucediendo tras su desaparición, el instaurador del centro político. Para dejar las cosas en su sitio, vamos a recordar siete excentricidades sonadas, que desgranamos a continuación: (1) Llevó en las listas para el Senado en el 77 al llorón de Arias Navarro, a quien los republicanos apodaban, sepa usted por qué, Carnicerito de Málaga . (2) De los seis votos contrarios a la Constitución en el Congreso, cinco fueron de diputados suyos y el otro de la representación pro etarra. (3) Constantemente mostró hacia Suárez un odio espeso, prepotente y visceral, como puede comprobarse leyendo sus intervenciones en la moción de censura propiciada por el PSOE. (4) Para teorizar sobre el centrismo escribió en la tercera de ABC , siendo embajador en el Reino Unido, diez artículos cuya propuesta de futuro era modernizar el Movimiento Nacional sin extirpar sus leyes fundamentales. (5) En 1982 abogó por una "mayoría natural" que al actual conservadurismo le vale para contener --caso único en Europa-- a la extrema derecha que en 1979 obtenía escaño separado. (6) Deseó, en sus escritos, resucitar la bipolaridad alternante del sistema "canovista". (7) Pidió que se votara negativamente en el referéndum de la OTAN. Descanse en gloria tan dudoso centrista.

* Escritor