Corría el primer año de la democracia. Mi espíritu propenso a la colaboración de buenas causas me llevó a manifestar a un amigo político mi deseo de pertenecer a su partido. Muy rotundo me contestó: esto no es para ti. Puedes hacer labor sin estar afiliada a partido alguno donde para subir un peldaño hay que pisar cabezas. Aquel honrado político se retiró joven y tras cargos relevantes. Hoy, queridos políticos, que lo sois puesto que estáis ahí por voluntad ciudadana, las palabras de mi amigo son evidencia del día a día y que sin ningún tipo de sonrojo, las proclamáis a los cuatro vientos en vuestros aburridos y repetidos mítines: «Quítate tú, que me ponga yo». Saben los lectores que pocas veces, más bien ningunas, mis temas van por estos escabrosos derroteros, pero lo que se dice: una gota colma el vaso. Y ya no puedo retener, porque me han colmado, los discursos del tú de unos y otros, que no salvo a nadie, porque nadie mira al pueblo que desea justicia, igualdad, dignidad, honradez, educación, medios, en general para vivir en la seguridad y paz de que nuestros hijos y nietos tendrán el futuro por el que tanto hemos trabajado abuelos y padres. Necesitamos un Sistema Educativo que ponga fin a este desmadre de libros de texto para alumnos que no saben aún leer y que cagados de mil nefastas tareas caminan perezosamente a unas aulas que detectan. Necesitamos un sistema, sanitario que acabe con las largas listas de espera, necesitamos sueldos justos, necesitamos que nuestros mayores puedan tener medicamentos, electricidad, asistencia, etcétera. Necesitamos dignidad, respeto y ayuda al magisterio tan deprimido, etcétera. Menos palabras, menos banderitas, menos promesas, menos hablar y más cumplir, porque el pueblo, despierto, a Dios gracia, es un vaso que se derrama en reproches e indiferencia.

* Maestra y escritora