Vivimos inmensos en uno de los tiempos más pueriles y absurdos que ha vivido la Humanidad. Tenemos acceso a cualquier conocimiento en la palma de nuestra mano y, sin embargo, existimos inmersos en la frivolidad, la sinrazón, y en la mayoría de los casos, la estupidez.

La modernidad ha encumbrado a las más altas magistraturas de la democracia parlamentaria a personas -Sánchez, Casado, Rivera- cuya principal valía ha sido dar bien a cámara, tener un físico agradecido y un discurso «renovador». Todo lo demás, el mensaje, los valores, los principios se dejan en manos de asesores y maestros en pirotecnia política tan jóvenes, o más, como las marionetas que asesoran.

Que el Sr. Casado piense que trasladando la sede de Genova 13 se dejará de hablar de los problemas pasados de corrupción en su partido no solo demuestra su infantil bobaliconería, demuestra también que presupone esa cualidad a los millones de votantes y simpatizantes populares.

Anunciar esta medida dos días después del enésimo varapalo electoral en Cataluña, con Vox desfilando triunfante y el PSOE resucitando, supone una ausencia de ideas y falta de argumentos digna de un niño de ocho años.

No se engañe Sr. Casado, su partido va a seguir perdiendo votos porque ustedes no hablan de los grandes problemas que quieren escuchar sus votantes; no hablan de inmigración, no hablan de inseguridad, no combaten la ideología de la izquierda ni denuncian sus subvencionados chiringuitos. Están ustedes más preocupados por parecer moderados que por tener un discurso propio. Cuando tus enemigos te aplauden algo estás haciendo mal.

Me cuesta imaginar al simpatizante histórico del Partido Popular, ese votante recio, serio, currela, de derechas tragándose esta tontería del cambio de sede.