Habrá quien recuerde en la fuga que llevan a cabo estas dos mujeres que protagonizan la última película del cineasta italiano Paolo Virzi algo de la emblemática Thelma y Louise, de Ridley Scott. Y no le faltará razón, porque algo hay. Una road movie, dos mujeres muy diferentes, no sólo por el color de sus cabellos, también alejadas en cuanto a clase social y pasado, aunque unidas por la vecindad del desequilibrio, pues ambas están alojadas en un centro de salud mental bastante atípico, enredadas en una serie de peripecias donde reirán, llorarán, pelearán, robarán, estafarán y se comprenderán en esta especie de comedia dramática con el más puro sabor italiano. La película --que va de menos a más- tiene nervio, la cámara persigue desde el principio, sin respiro, a las dos protagonistas, inmensas en sus interpretaciones: Valeria Bruni Tedesci (en la piel de una extrovertida aristócrata perteneciente a una decadente familia) y la no menos brillante Micaela Ramazzotti (ingresada después de un desesperado intento frustrado de suicidio/homicidio al tirarse al agua desde un puente con su hijo en brazos). Las subidas y bajadas psicológicas de ambas están retratadas sin contención alguna, nos ayudan a ver cómo disfrutan de los estados de euforia que viven juntas, aunque también habrá espacio para los recuerdos y la infelicidad.

Virzi vuelve a demostrar por qué se ha convertido en uno de los cineastas fundamentales de su país. No obstante, no hay que errar al pensar en esta producción como un simple remake a la italiana del filme que protagonizaran Sarandon y Davies. Detrás de esos bellos paisajes de la campiña que recorren en descapotable hay una profunda reflexión teñida de melancolía sobre la vida. Porque no todo es reír y cantar. Locas de alegría es también un retrato de la soledad, del miedo. Un viaje a ninguna parte.