‘El hombre que amaba las islas’. Autor: DH Lawrence. Edita: Ediciones Traspiés.Granada, 2018.

Este autor británico quizás es más conocido por su obra El amante de Lady Chatterley, pero hay más escritor y más obras, tras este título. Bajo el inicio prometedor de Había un hombre que amaba las islas, nos vamos a encontrar una prosa pulcra, limpia, sin que ello afecte a ese tono onírico del sujeto protagonista o del que cuenta, esa inducción hacia un proyecto que cobra cuerpo aquí, con aires de libertad y comunión con la naturaleza, y dejando las relaciones sociales en un plano más secundario, sobre todo con el avance de la historia.

Ese itinerario por las tres islas también es un recorrido interior, una búsqueda continua e inquieta del sujeto por dar con un espacio idealizado externo que reconcilie con el interno, y en ese recorrido ir desprendiéndose de todo lo que se vuelve superfluo, prescindible, caminando hacia una desnudez y sencillez en la que se evidencia un desarraigo de una cultura y un tiempo. La crítica, sutil pero directa y precisa, sobre una sociedad con la que no comulga en muchos de sus valores el protagonista -y el autor-, viene caracterizada en el recorrido y tránsito por las distintas opciones-islas, en esa incomodidad que se acaba creando en cada punto de paso. El autor, con un lenguaje fluido e incisivo a un tiempo, se recrea en los espacios naturales, que identifican también un estado de ánimo -en un paralelismo sorprendente- y por tanto, el paisaje, con el paso de las páginas y el desarrollo de la acción, va mutando hacia más agreste y menos conciliador e idílico de lo que inicialmente pudiera haberse mostrado.