Si hay algo que imanta la lectura de un diario, como es el caso que vamos a comentar, es, además del tono en que se cuenta, el temblor de la veracidad que zigzaguea y produce destellos en cada una de sus páginas: ese es el milagro de la gran literatura que sobrepasa lo que es pura ficción y la diferencia de lo que es entretenimiento. Si además le sumamos a lo dicho anteriormente la pulsión emotiva de un noble decorado histórico que está por encima de los avatares literarios resaltando, al contrario, lo íntimo y personal del autor de la obra, poeta o novelista, tenemos un diario de aliento pavesiano, uno de esos diarios eternos y arquetípicos que el lector que entra en ellos nunca olvidará. Eso es lo que ocurre en este libro, Escritor a la espera (Diarios de los 80), donde su autor Manuel Rico, uno de los poetas y narradores más genuinos del país, muestra una radiografía visceral, sin cartones ni trampas, de su vida en una década revolucionaria en el plano cultural: «Comencé a escribir las primeras notas de este diario -dice el autor- en la lejanísima primavera de 1985...» (pág. 16). Y a partir de aquí, en la página siguiente, relata como rescató sin esperarlo aquellas notas guardadas en una carpeta mucho tiempo después, en el año 1999, mientras reordenaba su cuarto de trabajo, notas que fue reordenando con paciencia pasándolas a un archivo de ordenador sin pensar todavía si luego las iba a publicar.

Hoy, por muchos motivos, no solo estéticos o de índole literaria, agradecemos que estos diarios de los 80 hayan visto la luz, pues en ellos su autor nos muestra con firmeza y un excelente tono literario una fotografía sobria y cálida de la época en que él comenzaba a pergeñar las líneas primeras de su carrera de escritor. Nacido en Madrid, en 1952, Manuel Rico ha publicado libros de prosa y de poesía de una calidad literaria insoslayable como, por ejemplo, sus poemarios: La densidad de los espejos (1997), Donde nunca hubo ángeles (2003) y Fugitiva ciudad (2012), Premio Internacional de poesía Miguel Hernández, y en el territorio de la narrativa: Los días de Eisenhower (2002) y Un extraño viajero (2016), entre otros títulos. También, por otro lado, ha dado a la luz libros de viajes, como el imprescindible Por la sierra del agua (2007) y Letras viajeras (2015). Ahora, en este diario sorprendente, Escritor a la espera, nos muestra, además de su enorme intuición como escritor con una visión literaria sugestiva, una muestra de su sensibilidad lectora, pues no en balde a lo largo y ancho del volumen nos va describiendo un variopinto ramillete de lecturas esenciales que realizó en su día, a la vez que iba desarrollando ideas muy sólidas en materia poética, y luego en narrativa, que irían saliendo a la luz sucesivamente ensanchando la obra de este autor fundamental en las letras hispánicas de este siglo y del pasado. Todo esto, su historia biográfica y la de un país que empieza a surgir de una larga dictadura, la visión cotidiana de lo que sucede alrededor de un escritor serio y comprometido con la realidad que le ha tocado vivir, aparece plasmado en hermosas pinceladas de este bellísimo libro de memorias: «Sigo con Años de Penitencia. Lectura nocturna que me ha llevado a un ejercicio de comparación entre la naturaleza de las memorias infantiles de Barral y la de mis recuerdos de Barrio de las Maravillas» (pág. 73). Junto a ese fragmento citado más arriba, en la misma página, Rico hace una reflexión conmovedora sobre la diferencia social y cultural que hay entre el ambiente en que nació Carlos Barral, perteneciente a la burguesía catalana, y el espacio pobre y humilde, de aliento obrero, donde él mismo nació y creció en un tiempo difícil, «Un barrio periférico de Madrid habitado por seres anónimos que nacen, crecen y mueren en la más absoluta menesterosidad», rematando al final con un fragmento delicioso: «Por ejemplo, dedico un capítulo entero a la suma de significados que para mí tuvo algo tan poco literario como el tabaco, o a la atracción que sentía por los tirachinas. Barral, por el contrario, liquida la infancia en un solo capítulo» (pág. 74). Viajes al campo y encuentros con poetas, ilusiones en proyectos literarios interesantes, decepciones de amigos que luego no lo eran, componen el entramado de este libro, una radiografía de la dignidad que empapa las páginas de un diario espléndido, muy recomendable para los escanciadores de la buena literatura con mayúsculas.