D octor en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla, profesor, poeta, acreditado flamencólogo y reconocido crítico literario, José Cenizo Jiménez nos inmerge ahora en el relato breve o microrrelato, un modelo de escritura que se impone como referente de una sociedad que todo lo exige en tiempo mínimo y con urgencia suma, como si la vida fuera a acabarse tras el próximo anhélito. Mas, como manifiesta el conocido escritor sevillano Antonio Rodríguez Almódovar, en el sucinto e intenso prólogo de la obra, no se trata de «dar salida a ocurrencias rápidas (…) en competición con la rapidez del mundo mismo en que vivimos», sino en despertar nuestra curiosidad y nuestro asombro con la magia de sus destellos porque la manera que aplica Cenizo «de contar en breve es todo un arte». nos remite a una realidad contable que rara vez es contada con perspectiva onírica, a veces fabulosa y siempre sobrecogedora, como si lo inmutable debiera seguir siéndolo y no tuviéramos posibilidad alguna de cambiar el rumbo de los acontecimientos, sometidos siempre al riguroso dictado del tedio y la rutina. ¿O tal vez sí?, difuminando ese estrecho vínculo que se establece entre lo posible y lo probable, lo que es y lo que pudiera ser, lo imaginado y lo imaginable, lo físico y lo ilusorio.

El microrrelato exige precisión en el lenguaje y hasta cierto grado de ambición estética. Muchos hablan de su proximidad con el poema, aunque no tengan que ser necesariamente mundos paralelos, pero sí aspiran ambos a la esencialidad y la sugerencia, empapados de un poder proteico que necesita y busca la complicidad del lector avezado a leer entre líneas, a proseguir el juego, a detectar la ironía de lo dramático o la tragedia de lo jocoso, llevando la ambigüedad, el pensamiento inconcluso, a una nueva conceptualización del relato donde toda extravagancia halle su verdad o su sentido. Tal vez porque lo que no concebimos como normal -y Rodríguez Almodóvar inquiere «¿Qué será eso?»- sea más habitual de lo que pudiéramos creer si reflexionáramos sobre tantos flashes que nos impresionan y hasta nos deslumbran con su oscura luz, ese tránsito leve que regresa de no sabemos dónde para sabernos fieles deudores de la muerte - tensivo entre la urgencia vital y su fosca fascinación-, extraños pasajeros de un viaje ¿sin retorno? Les recomiendo que no dejen de leer estos microrrelatos -que, por su misterio y extrañeza, se despachan de un tirón- porque descubrirán que ustedes no están tan dislocados si advierten que se cruzan con alguien que son ustedes mismos, que la ausencia de lo que amamos prodiga su presencia y el ver cucarachas que desaparecen mientras corren a nuestro alrededor no es una ilusión óptica sino la prueba incomprensible de esa dimensión anómala que, con tanto azoramiento, nos empeñamos en eludir, resistiendo con denuedo para no perder nunca la última palabra.