‘Los dones de la dicha.

Homenaje a Ricardo Molina’. Revista Literaria Ánfora Nova, nº. 111-112. Rute, 2017.

Entre actos y publicaciones, sobre todo de antologías, muchos acontecimientos memorables fueron orlando todo el 2017 por haberse celebrado dentro de sus límites el centenario natalicio del poeta de Cántico Ricardo Molina, nacido en Puente Genil el 28 de diciembre de 1916. De estas publicaciones parece la más singular, por su contenido, riqueza documental y cuidado en la edición, la que acaba de salir a la luz como número monográfico de la revista literaria Ánfora Nova coordinado por Antonio Moreno Ayora, quien con el título de Los dones de la dicha. Homenaje a Ricardo Molina presenta un breve conjunto de estudios que tienen al poeta de Puente Genil como protagonista.

Quizá resultaba difícil, con tanto cuanto a lo largo del pasado año se escribió, seleccionar no ya a escritores que quisieran o pudieran aportar gratuitamente algo sobre Ricardo Molina, sino elegir incluso de qué hablar para que no resultara manido. Pero el profesor Antonio Moreno Ayora lo consigue en esta edición, pensada, como dice, para resaltar su significación «con la pretensión de presentar un trabajo dirigido principalmente al público de Puente Genil y a todo lector interesado por este gran poeta; y huyendo en él de puntualizaciones y resabios excesivamente academicistas»; guiado, además, por la intención de que cada uno de los estudiosos tuviera «total libertad para elegir los asuntos de sus colaboraciones». Su labor de coordinación es meritoria: acierta no solo al abrirla con esa magistral composición, «Sandua», de Pablo García Baena, sino también por recurrir a la sintética sabiduría de la profesora Olga Rendón para que en varias páginas introductorias dé las claves de la biografía y de la bibliografía que no deben ignorarse sobre el poeta de Puente Genil, y además por adelantar a la primera parte de este monográfico de Ánfora Nova una «Selección lírica» -se ve que muy bien trabajada y centrada en puntos esenciales de la poética moliniana- con la que se orienta al lector sobre la personalidad del poeta a través de una veintena de sus poemas. Es una suerte encontrar recopilados, entre otros muchos, versos tan necesarios, tan inolvidables, tan sutiles y emocionantes como estos en que refulge su Puente Genil natal: «Oh quién me diera/a la sombra de un álamo, oh quién me diera/a orillas del Genil una copa de vino de mi tierra,/una copa/de cálido, dorado vino/en que las luces de fresca granada de tus mejillas/y las radiantes abejas de tus ojos se reflejaran temblando...»; o estos de la «Elegía XII» en que se vertebra el amor a la propia radiación de las estaciones, con pasajes como este: «Y en enero, paseando por los campos, miramos/la luna entre los árboles como un fruto de plata/y luego te besé por el carril sombrío/que baja de la Huerta de los Arcos»; o estos, por fin, tan resignados de «Nocturno romántico»: «Las torres quedarán y yo me iré./Me iré, me iré con la sombra y la luna./No me preguntes, amor mío, por qué./Yo no he de dar contestación ninguna».

Excelso Molina en sus poemas, grande en su realidad cotidiana que incorpora como un vino traslúcido a su sentir, único en esta antología breve por obligación pero intensa por su emotividad, que da paso a que se le sumen enseguida los 5 capítulos que constituyen el cuerpo de la publicación. Y en este sentido, nadie como Manuel Gahete para aventurarse a explicar los poemas que permiten señalar la «Temática flamenca en la obra poética de Ricardo Molina», y nadie como Moreno Ayora para acercarnos primero al poeta a través de los aspectos semánticos que vislumbra el capítulo «Embriagar, ebrio, viña y otros términos similares del léxico de Ricardo Molina», y en segundo lugar, para presentarlo en toda su humanidad gracias al estudio titulado «La relación epistolar de Ricardo Molina en su contexto», y ello en unas páginas parceladas en tres apartados que explican sucinta y claramente, sin los mencionados alardes academicistas, la correspondencia del poeta de Cántico con otros como Vicente Aleixandre, Juan Rejano, Dámaso Alonso o Gabriel Celaya. Nutricias, amicales, emotivas cartas las que Moreno Ayora lee para darlas a conocer al público, todo inmediatamente antes de dar la oportunidad a quien esto escribe a que pudiera realizar una investigación sobre la obligación personal que tan memorable poeta se impuso de traducir a autores extranjeros para su revista, según se expone en la sección «Uriel: Ricardo Molina y la literatura foránea en las primeras hojas de Cántico», un aspecto muy a tener en cuenta por mostrar a un Ricardo traductor y aclimatador en España de la obra de escritores en otras lenguas. Y por fin, para redondear una edición magistral e imprescindible -téngase en cuenta, sobre todo, las coloristas ilustraciones de Gines Liébana que acompañan a los textos y los documentos y fotografías relativos al poeta que los enriquecen- anotemos la colaboración de José María de la Torre, que analiza los diversos planos de estudio que ofrece esa original y única obra que le posibilita escribir sobre «El hijo pródigo, auto sacramental de Ricardo Molina», precisamente el texto a cuya representación asistió el público en la representación escenificada en el Teatro Góngora de Córdoba.